43. La casa de Marina (Juana María Igarreta)
Marina está frente al espejo. Escudriña su rostro generoso en arrugas. Ayudándose de ambas manos, estira su cara y, por un momento, rescata a la joven que fue. Luego se detiene en la cicatriz de su mejilla izquierda, y su imagen hecha niña la conduce hasta la casa donde nació. Una casa que nunca fue de su familia, pero a la que Marina siempre ha pertenecido. Porque cuando mandan los sentimientos el concepto de propiedad no coincide con lo escriturado por un notario.
Nunca ha olvidado el día que su familia decidió abandonar aquel primer hogar. Encerrados en sus paredes quedaron sus primeros pasos, sus primeros juegos, sus primeros sueños. Los mayores hablaban de futuro, pero los ojos de una niña de siete años no alcanzan a ver tan lejos. También oyó comentar a su madre que los abrazos de don Cosme, el dueño de la casa, eran demasiado largos; pero una niña de siete años no sabe medir un abrazo.
Desde que Marina supo que la casa ahora yace bajo las aguas de un pantano, lo mismo despierta que dormida, vuelve a ella. Se niega a que las sombras del olvido la borren para siempre de su memoria.
De Rilke es la conocida frase: «La verdadera patria del hombre es la infancia», algo de lo que nos damos cuenta en la edad adulta. Bajo la perspectiva del tiempo es como se valoran mejor las cosas, más aún si ya no volverán. Ninguna etapa es perfecta por mucho que se idealice, o solo recordemos lo positivo, pero las cosas que se descubren por primera vez dejan una huella imborrable, aunque del lugar en que transcurrió y de las gentes que lo poblaron ya no quede nada.
Dicen que no es demasiado sano hacer ejercicios constantes de nostalgia, pero es importante saber de dónde venimos, para conocer cómo y quienes somos, que nos ayudará en lo que quede por delante.
Un relato muy bien adaptado al tema propuesto, que cualquiera puede sentir como propio.
Un abrazo y suerte, Juana
Hola, Ángel, pues sí tenemos mucho del niño que fuimos, porque hay recuerdos infantiles que se graban a fuego y de alguna manera se reflejan en lo que somos. Muchas gracias por tus generosas palabras. Otro abrazo de vuelta.
Es impresionante la cantidad de recuerdos que se quedan atrapados en los lugares en los que has sido feliz. Me has recordado la casa de mi abuela en el centro de Valencia. Vivía alquilada y desde que faltó, hace ya muchos años, no he podido volver a entrar, pero siempre que paso por esa calle miro hacia los balcones. Incluso la he buscado en airbnb para ver si se ha convertido en un piso turístico y alquilarla una noche, aunque la habrán reformado y no tendrá nada que ver…
En fin, gracias por refrescarme los recuerdos.
Un abrazo y suerte.
Hola, Rosalía, tienes razón, tenemos la suerte de guardar en la memoria muchos de esos recuerdos que nos han llenado de felicidad. Acudiendo a ellos de alguna manera los revivimos. Lo que me cuentas del piso de tu abuela también lo siento yo sobre la primera vivienda que tuvimos aquí en Pamplona al venir del pueblo. He pensado muchas veces en si la reconocería al verla ahora después de tantos años. Me quedaré con las ganas. Gracias por compartir tus recuerdos. Abrazo también para ti.
La casa de la infancia no se olvida nunca, tiene un algo de útero de piedra donde anidan los recuerdos más intensos. El hecho de que la casa este sumergida la dota de un mayor misterio y da al objeto una intensidad casi freudiana. Un saludo y suerte, Juana.
Hola, Antonio, me encanta cómo hablas de la infancia de esa forma tan poética. Comparto contigo en que al estar ahora la casa sumergida la dota de un mayor misterio. Aquí, cuando las aguas del pantano de Yesa (Navarra-Huesca) bajan mucho de nivel y se pueden observar las ruinas del antiguo pueblo de Tiermas (Huesca) siempre es un reclamo para la gente, por ese resurgir del pueblo fantasma, por decirlo de algún modo. Muchas gracias por tu visita y comentario. Saludos.
Qué bueno, Juana. Recuerdos de la casa de infancia perdida, esos abrazos de don Cosme y la cicatriz de la mejilla izquierda. Una mezcla de recuerdos y momentos dolorosos y bonitos, entremezclados y hundidos en lo más profundo de la mente al igual que la casa en las aguas del pantano. Bravo
Hola, Jesús, sí, aunque no volvamos nunca más a la casa de nuestra infancia, de alguna manera nunca nos hemos ido del todo. Los que tenemos la suerte de haber tenido una infancia feliz, recordamos mucho más bueno que malo, aunque quede también alguna pequeña «cicatriz» de alguna vivencia menos agradable. Me gusta ese paralelismo entre los recuerdos hundidos en lo profundo de la mente y la casa en el fondo del pantano. Mil gracias por tu generoso comentario. Saludos.
Hola, Juana. Me gusta esa imagen de Marina frente al espejo, estirando su cara llena de arrugas para ver a la niña que una vez fue, y que a partir de ahí se le disparen los recuerdos de esa casa de su infancia y de las cosas que, en su momento, su mente de niña no.pudo entender, por ejemplo, por qué eran tan largos los abrazos de Don Cosme… Marina viaja con la memoria, descubre y se redescubre… Gracias a ella su casa, aún sumergida en el pantano, siempre seguirá existiendo.
Un micro nostálgico en su historia y bello en su lenguaje.
Cariños,
Mariángeles
Hola, Mariángeles, qué bien que te guste la imagen de Marina frente al espejo. Se me ocurrió esa excusa de estirar las arrugas para hacer a la protagonista retroceder en el tiempo. Sí, como dices, cuando eres niña ocurren también cosas menos felices que no sabes interpretar. De mayor, esos interrogantes ya resueltos se unen a esa nostalgia por la infancia perdida y la hacen un poco más agridulce. Y, como bien comentas, la única manera para que las personas y las cosas no mueran del todo es recordándolas. Gracias por lo de «nostálgico en su historia y bello en su lenguaje». Me ha gustado mucho. Besos para ti.
Un relato que muestra de una manera bella y sutil una infancia anclada en la memoria de la protagonista. Los recuerdos evocados hacen aflorar un secreto, que la vincula doblemente a la casa. La escena inicial del espejo con la protagonista estirando su cara y el comentario sobre los abrazos largos de don Cosme muestran mucho sin casi decir nada. Me ha encantado, Juana María. ¡Enhorabuena!
Un abrazo y suerte.
Hola, Josep María, me alegra mucho saber que te ha gustado y que has visto tan bien los vínculos de Marina con la casa. Muchas gracias por tu generosa valoración del micro.Un abrazo.