61. La chica del trampolín
Después de una recta de varios kilómetros, una curva, y tras ella un pueblo. Su calle principal: dos líneas de casas que titilan en la reverberación del sol en el asfalto. Parecen ir del brazo y andar a pasitos desacompasados como viejas reumáticas. Luego, unas cuantas granjas más repartidas al tuntún entre retama y rastrojos. Sentada en lo alto del trampolín del falso edén de arena caribeña inaugurado por el alcalde —para que nuestros jóvenes no tengan que irse a buscar otros divertimentos por ahí, había dicho con voz engolada—, y con los ojos entrecerrados por la luz inmisericorde, la joven del bikini azul eléctrico mira por encima de los cipreses guardianes del edén. Aún les queda por crecer si quieren poder rivalizar un día con los del cementerio. Abajo, el chico de las Ray Ban de espejo no la mira, nunca lo hace. Sin embargo hoy se siente guapa. Ha podido cogerle el bikini a su hermana, el que deja las nalgas muy al aire y tiene algo de relleno para las tetas. La chica del trampolín mira el agua. De repente le llega el olor pestilente de una nave avícola cercana. Frunce el ceño. Se tira.
La canícula se clava en el pecho del lector, como el azul eléctrico de la tela del bikini se clava en las Ray Ban espejadas del chico de la piscina. El ambiente se adivina irrespirable: el hedor de las granjas vecinas, la rivalidad de los cipreses del edén artificial con los del cementerio, la aparente indiferencia del galán, las atrevidas nalgas de la chica escapando de la escueta tela del bikini. Parece que no va a pasar nada, que nunca pasa nada, pero nos vas dejando pistas que no nos hacen presagiar nada bueno, que conforman poco a poco un magnífico relato, y sin embargo, creo que me falta algo. Un gesto, una palabra, un detonante que haga que este castillo de naipes tan bien montado, se desmorone. Excelente relato de cualquier forma Dominique. Enhorabuena y mucha suerte. Besos!!!
Gracias, Juancho, esto que percibiste es exactamente lo que quería que percibiera el lector… agobio y esta especie de espera a que pase algo…. yo fui adolescente en un pueblo lejos del mar y al igual que tú me comentas esperaba a que algo ocurriese… pero no ocurría nada. De todas formas cierto es que me arriesgo a que el lector me diga:» muy bien lo que cuentas pero ¿qué más?»… Bises
Me ha gustado muchísimo, Dominique. Qué relato tan diferente y qué imágenes más poderosas, me has dejado sin respiración. Besos y mucha suerte.
Gracias, Belén, a ver si la niña del trampolín consigue que la miren con buenos ojos como tú lo haces.:-) Un besín.
Vernay, bien hilada tu historia, donde aparentemente todo es idilico hasta el final. Suerte y saludos
Vernay, una historia agobiante, que nos deja la respiración contenida por ese salto final desconociendo el desenlace…
Buen relato. Enhorabuena y mucha suerte.
Besos apretados.
Gracias, Calamandra y Pilar… tener 13, 14, 15… años en un ambiente tan irrespirable y a la fuerza tienes que «saltar»si quieres vivir… un abrazo grande.
Me gusta la ambientación de este micro. También la contraposición entre la realidad del pueblo y el deseo del alcalde de tener un cachito de «edén» aunque sea falso, contraposición que me parece va paralela a la de la realidad de la chica y su deseo por procurarse un billete a ese otro edén con Ray-Ban que se limita a devolverle su propia imagen. Me parece un relato muy interesante que sugiere entre líneas más de lo que cuenta a primera vista. Besos y suerte, Dominique.
Gracias, Ana, sí, eso mismo que comentas es lo que me interesaba reflejar… me hubiera incluso gustado que el lector sudará al leer el relato… 🙂 un abrazo
Me ha gustado tu relato, porque me ha recordado a los veranos en el pueblo de mi madre. Donde nos pasábamos las tardes muertas jugando en el río. Una historia que podría ser perfectamente real. Muy bien llevada la narración de principio a fin. Un abrazo.