LA CITA, de Juan Antonio Morán
Para facilitarme la reincorporación al bufete me buscaron un caso sencillo: la defensa del heredero de una cadena de comida rápida, detenido en una pelea. Preparé una cita con él y me fui para la comisaría. Mientras rellenaba unos formularios, el funcionario insistía en mandar callar a una joven que mostraba un llanto ahogado, grave y cansino. Estaba medio tumbada, ocupando dos asientos, en una pequeña sala de espera.
-¿Qué le pasa? –pregunté.
– Ha intentado matar a su marido y a su hijo de 3 años. De momento los ha mandado al hospital. Está esperando a que le asignen un abogado de oficio.
Mientras esperaba, vi que la mujer tenía una mano vendada hasta el codo, y puntos de sutura en el mentón y sobre una ceja. Sólo podía imaginarme escenarios desesperados. Aquello reabría en mi interior el duelo y la tortura de la enfermedad que terminó con mi hijo Manuel, el vértigo desolador del posterior hundimiento de mi matrimonio. Entendí que había suficientes señales para hacerlo.
Entré al cuarto y me senté junto a ella.
-Tranquila, tranquila, sigue llorando. Me llamo Paloma Casado y voy a ser tu abogada. ¿Cómo te llamas?
Apenas pudo pronunciarlo.
-Me llamo Libertad.
Relato de la quedada «Cita a ciegas» en Santander
Parece Begoña…
autora Paloma Casado
creo que jams pero no lo sé justificar…
Paloma, creo que eres tu.
Juan, iba a comentar los relatos de cita a ciegas pero este de momento lo releo y opino otro día que las tres primeras líneas me han despistado. ¿Heredero ricachón y solo le implicas en una simple pelea callejera? Ummm, tengo que reflexioar sobre ello.
Un abrazo.