130. La cita (Recordando a Pablo)
Solos, en el punto más aislado de la colina, hablábamos de poesía y debo confesar que me excitaba escuchar hablar a aquel poeta. Su fascinante historia comenzó, según decía, cuando se le apareció Erato, musa de la lírica amorosa, quien dejando a un lado su lira, lo envolvió con una llama mortal y lo marcó con cruces de fuego, para luego poseerlo como solo una musa sabe hacer, en medio de «una vastedad de pinos y del rumor de las olas quebrándose». Desde aquel instante, «su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos», nutrieron los versos alejandrinos que brotaban espontáneamente, mientras ellos, «ebrios de trementina y largos besos», jugaban sin parar con la luz del universo. Para su corazón, bastaba apenas con su pecho. Pero una tarde sin crepúsculo, aquel «cuerpo de mujer de blancas colinas y muslos blancos» se disipó y él quedó desesperado, enredando sombras y escribiendo los versos más tristes…
Huelga decir que en la colina, aquel poeta y yo acabamos amándonos desenfrenadamente.
Al despedirnos, él, sonriente, convencido de haberme engatusado con frases de Neruda, no daba crédito cuando comenté que «la noche era estrellada, y tiritaban, azules, los astros, a lo lejos»…
Cosas de la poesía.
Juan, buen sabor me deja a mí tu comentario. Muchísimas gracias!
Este ha sido un guiño al joven Pablo Neruda y a sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en particular. Al igual que en la obra poética de Rubén Darío, grande entre los grandes, el erotismo y la evocación de la naturaleza para provocar emociones, están muy presentes en su obra poética. “vastedad de pinos y rumor de las olas quebrándose” es genial y puro mérito de Neruda, cuyo virtuosismo para la poesía fue tal, que con seguridad sigue siendo alabado hasta por las Piérides. Un abrazo desde Valencia!