111. La condena del minino
Los gatos tienen siete vidas. Pues yo comparto la misma maldición. ¿Don? ¡No señor! Siete vidas, significan siete comienzos con sus siete finales. El precio que pagas por cada renacer es la muerte que se lleva parte del alma. La nueva vida, cruel e implacable verdugo, destierra a los confines inalcanzables de la memoria lo bueno de la anterior. ¡Que duros estos destierros! logros, caras, sentimientos, vagan en la niebla del exilio sin poder cruzar la frontera del presente. La última, sosa y descolorida vida, agarrada al cachito de espíritu que te queda, titila débilmente…
¡No quiero titilar, quiero arder! ¡No quiero siete vidas! Quiero una única, plena, con el alma y los recuerdos intactos. Quero equivocarme y aprender de mis errores, quiero caerme para volver a levantarme, quiero amar una sola vez y no intentarlo siete. Quiero cansarme y poder decir: “¡Ay, qué larga es esta vida!” Y quiero tener una única muerte, que libere un espirito entero, cargado de vivencias y emociones inolvidables.
¡Qué bueno sería tener solo comienzos!…desgraciadamente cada comienzo supone un fin. Los gatos tienen siete vidas. Pues yo comparto la misma maldición.
Ana Maria, planteas en tu cuento una disyuntiva importante y dificil de responder. Que tal darle a esa maldición unos toques de esperanza. Suerte y saludos
¡Wow! Simplemente genial. ¡Gracias de verdad!
No es oro todo lo que reluce, y dicen que no hay ventaja sin contraprestación o cargo debido, aunque no se vea. Pude compartir una pequeña temporada de mi vida con una gata, y siempre que le preguntaba por sus siete vidas me daba la callada por respuesta. Así que tu relato me despeja muchas dudas. Mucha suerte 🙂