07 La crianza
_ ¡Usted no lo conoce en absoluto! No voy a tolerar, ni un minuto más, sus insultos, sus malas maneras, su presencia…
El niño me mira triunfante. Apenas distingo por la vista periférica el corte de mangas. Lo considero por un instante. Finalmente, decido que no ha tenido lugar.
_ ¿Pero se está oyendo? Lárguese de aquí, no pienso escuchar sus mamarrachadas, ¡habrase visto!
Siento el cuerpecillo caliente de mi hijo apoyando todo su peso en mi costado. Sus pucheros encienden una ira malsana en mi interior. Pero qué asco de gente. Meterse así con una criatura… ¿Qué tipo de sociedad estamos creando?
_ ¿Me están diciendo, de verdad, que no tienen otra cosa mejor que hacer que venir a acosarnos de esta manera tan cruel y desproporcionada? ¿En serio?
Mi entereza se descompone entre el pánico y la indignación cuando los agentes se lo llevan esposado alegando toda esa retahíla de delitos, _infundados, locos, exagerados_ a los que nadie puede otorgar ni el más mínimo atisbo de verosimilitud.
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Y así es la cosa, efectivamente: es muy difícil para el ser humano ver los defectos de sus seres queridos, lo cual se hace más patente en el caso de una madre con su hijo, como ocurre en tu relato. Sospecho que «la inocente criatura» es un delincuente de marca mayor y su pobre madre será la última en enterarse de sus fechorías, eso si no decide cerrar los ojos y seguir en sus trece ignorando sistemáticamente las pruebas que le presenten. A veces el cariño puede hacer flacos favores.
Mucha suerte y muchos besos, Susana.
Muchas gracias Ana María!
miedito da, si…
Si existe algo a lo que aplicar el adjetivo incondicional es al amor de una madre. Ellas perdonan todo y su descendencia les parece la perfección absoluta. Pero por encima de los sentimientos y la pura química que otorga la naturaleza para que las generaciones sobrevivan, está el sentido común, los límites y el respeto a los demás, que debería estar, si no por encima, si al mismo nivel.
Un abrazo y suerte, Susana
Muchas gracias, Ángel! Ay, el sentido común…
¡Ay, Susana, qué difícil resulta aceptar ciertas cosas en nuestros hijos e hijas!
Al principio he pensado en una madre que acude a hablar con la tutora a la escuela. Ya se sabe, «la profe me tiene manía». Pero el desenlace me ha dejado patidifusa.
Ambos, madre e hijo, tienen un grave problema.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosalía! No sé si es una madre o un padre, en cualquier caso, alguien que está muy cegado por un pequeño tirano… Por lo que sea. Un abrazo de vuelta y muchísimas gracias!
Así es, tal cual!
Es complicado ver los errores de nuestro propio hijo, y más cuando nos lo reprochan otros.
Nos lo narras de una manera sutil y muy bien traída.
Enhorabuena Susana
Muchas gracias, Alberto. Malos tiempos para la educación…
Hola Susana,
quién si no una madre sería capaz de pelear contra viento y marea por la belleza y virtudes de un hijo, que es parte de una, al fin y al cabo. Interesante propuesta para el tema de ver sólo aquello que queremos ver.
Suerte, saludos!
Muchas gracias, Manuel. Si, el cerebro nos engaña constantemente. Un abrazo!