28. La culpa al trasluz (La Marca Amarilla)
Mi madre sólo me puede ver tras unas sábanas tendidas. Y sólo ella me puede ver.
En ocasiones espera a que hagan la colada en el manicomio y cuando la tienden me busca como una loca.
Pronto descubre mi delicada silueta al trasluz, como el aura del niño que nunca debió nacer, y rauda se acerca a besarme y abrazarme, siempre entre lágrimas, algunas de alegría otras de tristeza otras de arrepentimiento.
Y cuando vuelvo a decirle que no llore, que no tuvo la culpa, ella me regaña por hacer enfadar a papá, el hombre del que nunca se tuvo que enamorar.
Pero yo sé que la culpa de que aquellas sábanas torpemente anudadas no soportaran mi peso al intentar huir sólo fue de mi padre, de sus humillaciones y de su inhumana agresividad.
Como es habitual, al instante viene una enfermera que con amable cuidado se lleva a mamá.
Entonces se despide antes de volver a su culpa.
Qué buen título y que buena historia, narrada por un personaje creado con gran acierto, bajo su lucidez infantil y su especial condición, marcada por las circunstancias; las mismas que propiciaron que la razón de su madre se quebrase, con un sentimiento de culpa inmerecido.
Me ha gustado mucho, que lo sepas.
Un abrazo ¡campeón! Feliz verano y suerte
Muchas gracias por tu comentario, Ángel!!
La culpa es esa desagradable compañera, sí!!
Feliz verano, campeón!! 😉
Qué terrible historia nos cuentas!! Aunque muy bien narrado. Suerte.
Besicos muchos.