88 . La dulce piel de los ahogados
Hay historias del fin del mundo que describen cómo olas de veintisiete metros tragan grandes buques y devuelven a la orilla tesoros hundidos.
Al lanzar la piedra sobre las aguas, rebotó tres veces y se hundió. Me pregunto si esas ondas que se extienden cruzadas sobre la superficie serán olas descomunales para los zapateros de agua, para las libélulas que pululan siempre entretenidas. Se superponen como una melodía líquida de caricias en la piel, dulces y sinuosas como los labios que deseé besar cuando nos divertíamos en baños compartidos. Son las mismas que un día accidental de verano nos separaron para dejar un gusto desabrido de vacío y alga. Me sorprende que algunas ondas sean tan difíciles de traspasar, tan obstinadas como esas piedras que tiras al lago, que yo devuelvo siempre y tú nunca ves.
Antonio, poetico y cargado de ritmo tu cuento. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda, por pasarte por aquí y un abrazo.
Qué gran relato, amigo, de pensamientos y ondulaciones, de los sucesos y su lirismo al recordarlos. Muy bueno.
Suerte!!
Gracias, Salva, compañero, por tu atención y tu comentario. Un abrazo enorme.