42. La escritora
«Sentimos comunicarle que su obra no encaja…». Clara no necesitó leer más. Arrugó la carta y la lanzó a la papelera. Luego ocurrió lo de siempre: llegaron sus personajes de antes de que le diera por escribir historias diferentes, «de las de pensar» —así las definía Matilde, la asistenta— y se metieron con Berta, su álter ego, su nueva heroína que no encajaba, hasta conseguir que cediese.
—Está bien, en el segundo capítulo entraré en el ascensor a la vez que mi vecino… ¿y?…
—¡Joder, tía!… le dices que te pone, y lo hacéis a lo bestia allí mismo —le contestó Angélica, la protagonista de la primera exitosa novela de Clara.
—Entonces tendré que cambiarme de piso, que desde un segundo no creo que nos dé…
—Sí, tía, de piso, de ropa, de todo —espetó la experta.
Como todas las mañanas, Matilde se encontró a la escritora dormida delante del ordenador. Leyó lo último escrito y se sorprendió de que Berta viviese ahora en un décimo piso, llevase tacones de aguja y falda de tubo, y hiciera aquello con el vecino. Tal vez así se escriben ahora las historias de las de pensar, se dijo.
Un relato muy simpático, en el que no por ello deja de tener cabida una cierta profundidad, pues en el fondo late el dilema de escribir lo que realmente desea y siente tu protagonista, o venderse a un mercado que quiere algo muy diferente, que no le permite, como parece el caso, cambiar de un tono al que se le supone más comercial. Han de venir los personajes de obras anteriores a marcarle el camino, que no sólo es el de los seres que crea, también es el suyo propio, en una fusión absoluta de fantasía y realidad.
Es difícil no solidarizarse de alguna forma con tu escritora, como complicado también no reconocer que, puestos en su caso, no hubiéramos hecho algo parecido.
Encantado de haber coincidido contigo en el encuentro enteciano, Dominique.
Un abrazo y suerte
Gracias por tu comentario, Ángel… Sí, eso es exactamente lo que pretendía transmitir y no sé si no es una de las preocupaciones de la mayoría de los que escribimos… es como en repostería: sabemos que hace falta levadura para que suba el bizcocho… ¿pero no será mejor que no suba tanto y no recurrir a ella? ? Un abrazo