5. La exploradora (Patricia Richmond)
A los cinco años pidió una máquina de escribir a los Reyes Magos. La había visto en la foto de una revista, en casa de una escritora. Así que la recortó y la pegó en la carta para que los reyes no se confundieran. Y se la dejaron, una bonita Olivetti Lettera 35 roja y reluciente.
El día que la estrenó, escribiendo despacio con sus deditos que titubeaban buscando las letras, abrió la puerta del laberinto. Allí la esperaban princesas, dragones, brujas, caballeros y hadas que le enseñaron a no rendirse, aunque se equivocara de camino mil veces, porque allí siempre estaban ellos para darle la mano y ayudarla a seguir avanzando.
Cada vez que cerraba una puerta, abría otra, arponeando historias con las teclas de su Olivetti. Se convirtió en la capitana de un ejército de aventureros que extendieron su laberinto levantando nuevos muros y tendiendo puentes sobre precipicios y ciénagas.
Ya no encuentra cintas de recambio para su máquina y sus nietos, incapaces de convencerla para que la cambie por un ordenador sin alma, recorren la red para comprar en lugares remotos las últimas unidades. Saben que, aunque le muestren la salida, ella nunca saldrá del laberinto.
Patricia, esto, que tan pormenorizadamente nos cuentas, ocurre más veces de las que se piensa; es el laberinto de la rutina, y el de las obsesiones… Suerte y saludos
Pues qué mal, Calamanda. Yo quería expresar el laberinto de la magia interior. Me voy a llevar la máquina de escribir al trapero. Snif.
Hola, Patricia.
Es un relato entrañable, me encanta porque la situación se ha producido en mi casa hace un par de meses, pero no con una mujer de edad, si no con mi hija menor.
Te deseo muchísima suerte porque la historia es preciosa.
Un abrazo.
Gracias, Towanda. Y cuida mucho a tu hija, que sea cual sea la situación, seguro que ella sabe lo que quiere.
Un abrazo.
Suerte Patricia, bonito relato, y edificante, me gusta esa actitud de lucha de la escritora por encima de todo que hay en el fondo y en la superficie incansable de tu personaje.
Un abrazo
Te agradezco mucho tu comentario, Manuel. La lucha, siempre y, sobre todo, en el laberinto de las letras.
Un abrazo.
Patricia, precioso relato. Me ha encantado tu laberinto.
Ocurre que se coge cariño a las cosas o te sientes tan agusto con ellas que no quieres dejarlas o reemplazarlas por otras más modernas.
Un abrazo
Gracias, Blanca. Mi laberinto no deja de ser una idea metafórica y la comprensión de los demás ayuda a mantener esa magia que lo sostiene.
Abrazo fuerte.
Casi todos nos hemos pasado al ordenador, pero estoy de acuerdo en que, comparado con la entrañable máquina de escribir en la que aprendimos, el aparato electrónico, pese a todas sus evidentes propiedades, carece de alma.
Me gusta la expresión «arponear teclas» con esa mítica Olivetti, pero lo mejor es esa maravillosa idea fija, el ansia de seguir escribiendo del personaje, a viento y marea, ajena a evoluciones y cambios, ocurra lo que ocurra en el mundo.
Con la confianza que creo que tenemos, te digo con todo el cariño que te veo en un futuro, un poco como ella, de tierna y luchadora abuela entrañable.
Mucha suerte y un abrazo de los buenos.
Aquí tengo al informático partiéndose de risa… Tú ya sabes… Que no te engañes que seré una abuela cascarrabias, te dice.
Has resumido muy bien lo que quería contar, así que me dejas muy contenta y aquí me quedo en mi burbuja, atenta a lo que pasa en el mundo pero feliz dentro de mi laberinto.
Abrazo doble.
Entrañable relato. Laberinto por dos. El de la escritora y en el sumerge a los hijos (en busca de algo imposible de encontrar). Me gusta ese guiño a la imaginación y la fantasía que haces. Mucha suerte 🙂
Gracias, Juan Antonio. Ella es feliz porque mientras tenga cintas de repuesto podrá seguir escribiendo. Y sus nietos son felices cuando encuentran una caja en las subastas de ebay.
Abrazos laberínticos.
Me encanta el relato Patricia. Echo de menos mi máquina que está ahí quieta, sin una cinta húmeda desde hace… ni se sabe los años.
Y me la compré tras aprobar taqui y meca, con el primer sueldo que gané. ¡Qué tiempos!
Deseo que tu protagonista siga con sus duendes, princesas y demás.
Abrazos.
Gracias, Virtudes. Seguro que muchos de nosotros empezamos, allá por la prehistoria, a escribir nuestros relatos con máquinas de escribir. Y nuestras primeras ilusiones bien merecen un pequeño recuerdo.
Abrazos entrañables.
Una bonita historia colmada de sentimientos, Patricia. A más de uno nos ha llegado al corazón el sonido de esa máquina de escribir…
Un saludo
Ay, qué bonito, Montse. No se me ha ocurrido incorporar el sonido de las teclas al relato.
¡Gracias por la idea!
Últimamente tengo debilidad por las máquinas de escribir antiguas. Hago fotos a todas las que me encuentro. Sin duda tenían más estilo que los teclados de los ordenadores de ahora. Pero los tiempos cambian.
Y si algún día se decide a jubilar su Olivetti seguro que a su laberinto de ideas y personajes no le importa. Su alma y su imaginación seguirán tecleando rumbo a nuevas historias.
Preciosa tu historia.
Besos.
Mucha suerte.
Gracias, Esperanza. Es un debate como el de ¿libros en papel o lectores electrónicos? Pero la magia la tenemos nosotros dentro de la cabeza y es bonito crear universos propios, como mi prota aferrada a la máquina que le dejaron los reyes magos.
Un beso.
Trae imágenes nostálgicas para los que en algún momento tuvimos una máquina de escribir entre nuestros objetos más preciados. Qué bonito lo de «arponear historias con las teclas». Saludos y suerte.
Gracias, Ana. Si consigo despertar la nostalgia por las máquinas de escribir ya estoy contenta. Nos hicieron disfrutar mucho y las hemos arrinconado.
Un abrazo.
¡Que tierno, Patricia! Me ha gustado la nostalgia y lo entrañable del relato. Has hecho que sea muy fácil acercarse a la determinación de la anciana, y a la magia de sus dedos. Mucha suerte.
¡Muchas gracias, Izaskun! Me llena de orgullo y satisfacción que me digáis que es entrañable.
Un abrazo grande.
Patricia, una pena que las máquinas de escribir no tengan discos duros, porque en ellos estarían muchas historias, muchas cartas, que al final tiramos como bola de papel a la papelera de reciclaje y no somos capaces de recordar.
Muy bonito.
Un beso
Gran verdad, Epi. Los ordenadores atesoran todo lo que no nos cabe en la cabeza, pero la magia de un recuerdo asociado a mucho más (sentimientos, olores, canciones…) es insustituible.
Un beso triple.
¡Qué preciosidad, Patricia! Has creado un personaje fantástico , que desde niña ya siente la atracción por escribir, haciendo de su Olivetti una nave con la que surcar las aguas de la imaginación. «Se convirtió en la capitana de un ejército de aventureros que extendieron su laberinto levantando nuevos muros y tendiendo puentes sobre precipicios y ciénagas». Me ha encantado. Te deseo mucha suerte y te mando un abrazo.
Muchas gracias por tus palabras, Juana. Las dejo guardadas en mi corazón.
Besotes.
Es un relato cargado de ternura y magia. Me ha gustado mucho, mucho.
Besos, Patricia.
Muchas gracias, Inés. Esa era mi intención y, si se entiende, no puedo estar más feliz.
Abrazo gigante.
A mí me ha encantado. Me quedo con la fresca metaliteratura que desborda el relato. El segundo y el cuarto párrafo son de lujo. Suerte.
¿Para qué quiero suerte? Mi premio son vuestros comentarios.
Gracias, Lorenzo.
Hola, Patricia. Este texto tuyo me trajo a la memoria lo irresistible que me resultaba «arponear las teclas» de la Olivetti de mi tía, aún cuando todavía no supiera escribir, y ella, por fortuna, siempre me daba el gusto, aunque le descalibrara la máquina.
Mi tía se parece mucho a la abuela-escritora de tu cuento; todavía escribe sus cuentos a máquina porque no se lleva para nada con la compu; no sé si aún consigue las cintas de recambio, pero de a poco, aunque cueste, ya la estoy convenciendo de las bondades de la PC ;)…
Ha sido un placer leerte.
Cariños,
Mariángeles
Me encantó
Muchas gracias, Mariángeles. Así que escribir tan bien, ¿te viene de familia? Dale un beso a tu tía de mi parte y un abrazo fuerte para ti.
P.D. Aún tengo en la cabeza las imágenes del video de vuestra lectura de relatos. Me impactó.
Patricia, precioso relato de un laberinto de imaginación que tu protagonista no quiere dejar perder, y tierna la comprensión de los nietos para con sus mayores. Abrazos y suerte.
Gracias, Salva. Estoy atesorando vuestros comentarios.
Un abrazo extrafuerte.
Tras leer tu precioso relato solo me queda una duda: la protagonista, ¿eres tú o es Dora la exploradora?
No, ahora en broma, es un relato de fácil lectura, sin estridencias ni elementos que perturben, bonito, muy bonito. Y eso no es nada fácil.
Gracias por tus letras Patricia.
Un abrazo microlunático
Ay, Tin. Yo, en realidad, quería ser Madame Curie pero, como la química no era lo mío, tuve que pasarme a letras y he aquí el resultado: exploradora de mi cabeza hueca.
El título no es muy afortunado, pero, como siempre, se me atascó.
Muchas gracias por decirme esas cosas tan bonitas y te mando un puñadico de abrazos.
Precioso. La escritura también es un laberinto que atrapó al hombre desde que escribía con piedra o con pluma. La máquina fue un suceso que para muchos, como la abuela, es muy difícil abandonar. Hermosa historia. Felicidades!
Muchas gracias, María. Fue lo primero que me vino a la cabeza al leer el tema del mes.
Un abrazo.
Patricia, cuando te pones tierna eres imbatible (a ver si aprendo).
Historia de apego, de cariño, del paso del tiempo, de…
Y todo fluye en tu relato con una naturalidad asombrosa.
Normal que quiera seguir con su vieja amiga.
Todos los personajes que creó, todas las historias que ideó para ellos, nacieron en esa Olivetti.
Sin ella todos morirían.
Y algo me dice que la muerte de sus personajes, de sus amigos, llevaría consigo su propia muerte.
De pena.
Precioso, Patricia.
Un beso y enhorabuena.
Ay, Modes, qué bonito… Muchas gracias por tu opinión. Al principio creí que no se había entendido y me sentí fatal porque había puesto mucho cariño en el personaje. Estas cosas pasan.
Pero todos vuestros comentarios me tienen conmovida y muy contenta.
Y no aprendas nada, que no tienes que cambiarte ni un pelo.
Besicos.
Patricia, es una historia tierna que mezcla fantasía, tesón y nostalgia. Me encanta como evocas el laberinto (o laberintos) que viven en cada uno de nosotros. Mucha suerte y besos
Gracias, Concha. Gran verdad, que cada uno tenemos nuestro laberinto personal.
Abrazos.
Qué historia tan bonita. Suerte!! Besos
Gracias, Charo. Yo no quiero suerte, me quedo con vuestros comentarios.
Un saco de abrazos.
Ay esas Olivetti Lettera, yo también aprendía a escribir en una de ella, tengo que preguntar a mi madre que ha sido de ella. Y antes de eso cuando todavía no sabía ni leer, mi abuelo compró la única máquina de escribir que había en el pueblo.
Así que ya ves cómo has dado en la diana con tu relato. Que aparte de esto me parece muy bonito, con un laberinto precioso de personajes e historias.
Besos
Muchas gracias, Asun. Sólo son instrumentos pero han abierto las puertas de tantos laberintos…
Abrazos para ti.
Patricia, Precioso relato, nostálgico, con un apunte de amor por parte de los hijos que me ha encantado. ¿Quién no ha tenido en sus manos una maquina de escribir?.
Suerte. Besos
Muchas gracias, Belén. Creo que este mes me voy a imprimir los comentarios y los voy a encuadernar.
Una montaña de abrazos.
Sí, Ana, ¡qué tiempos! Yo también pasé por la academia, con el nudo en el estómago cuando la profesora daba el tiempo y todas las máquinas rugían…
Gracias por pasarte y un beso.
Inefable relato. Me encantó.
Muchas gracias, Carmen. Nunca me habían dicho lo de inefable.
Un abrazo.
Como no tengo emoticonos: plas, plas, plas.
Saludos.
Yo no tengo ni emoticonos ni avatar, pero me llenan de orgullo y satisfacción tus plas plas.
Gracias, Eduardo.
Un beso.
¡¡Que bonito perderse en ese laberinto!!
Precioso el tono que le has dado al texto, y el texto.
Un saludo.
Muchas gracias, Reve. Por cierto, me gusta mucho tu nombre, Sueño en francés.
Abrazos
Te han dicho ya casi todo, así que solo me queda:
asdf ñlkj asdf ñlkj asdf ñlkj asdf ñlkj asdf ñlkj asdf ñlkj asdf ñlkj
Abrazo.
Así, así, con método… Cuantas panzadas nos dimos. Seguirán las nuevas generaciones yendo a clase de mecanografía? Sólo la palabra ya hace que me salgan canas…
Besos, Aurora.
Buen relato de magia e ilusión. Aunque se agoten las cintas de la máquina las teclas seguirán sonando en su cabeza.
Abrazos.
Gracias, Maria. Acabo de leer que la chispa que hizo que Ana Maria Matute diera el paso de abandonar a su primer marido, después de años de sufrimiento, fue que vendió su máquina de escribir sin avisarla. Con toda mi humildad, devoción y admiración le dedico mi relato.
Un abrazo.
Patricia. Soy también una admiradora de Ana María Matute. Buen momento para rendirle homenaje releyendo su libro.
«Todos mis cuentos».
Besos.