68. La explosión de la primavera
Me he enamorado de la nueva vecina. No tengo claro cómo ocurrió, pero sí cuándo: el día que coincidimos las dos en el ascensor. Quizás fue por el delicado olor de la hierbaluisa que llevaba prendida en su pelo. Tal vez por el profundo verde selva de sus ojos velados. O por esa sonrisa tan natural. No lo sé, pero deseé quedarnos allí encerradas.
Desde entonces, paso las tardes asomada al balcón, justo sobre su terraza, y la contemplo. Veo cómo se mueve entre jardineras y macetas, siempre guiándose con sus manos, sin equivocar ni un solo paso. En ocasiones se detiene, ladea su cabeza hacia mi balcón y sonríe. Luego susurra a las caléndulas y a los geranios, besa los pensamientos y acaricia las orquídeas del rincón. Poco a poco el aire se convierte en fragancia. Cierro los ojos equilibrando nuestros sentidos e imagino que, perfumadas de frescura, tropezamos a solas en el ascensor.
Puede que sea inevitable que la primavera venga cargada con algunos tópicos, pero también es cierto que algo de verdad tienen que tener. La explosión de vida, de belleza y, en suma, de ilusión y esperanza que facilita la naturaleza y perciben los organismos vivos, hace que se convierta en época propicia para que un encuentro fortuito en un ascensor pueda convertirse en la promesa de algo más, con los balcones como aliados a distancia de algo que tal vez llegue a florecer.
Un relato sobre el enamoramiento y la energía intensa que conlleva.
Un abrazo y suerte, Rafa
Qué bonito, don Rafa. Felicidades por esta joya.
Un fuerte abrazo
Qué gran poder de sugerencia. No hay más que cerrar los ojos. Bellísimo relato.