129. La flor de los Monegros
No sabe porqué pero se ha despertado. Un par de vueltas más en la cama pero ya no puede dormir. Se acerca a la ventana. El mismo paisaje de siempre le da los buenos días. Los camiones cruzan el desierto incansablemente, como una serpiente que zigzaguea en medio de la nada. Abajo, en el bar, suena un bolero de los Panchos. Si tú me dices ven, lo dejo todo. A Lupe siempre le gustaron y hubo un tiempo en el que los bailaba con un empresario de Barcelona que prometió llevarla algún día con él. Ahora ya no lo espera. Sus ojos se cansaron de escudriñar el horizonte amarillo en busca de aquel Mercedes blanco que vendría a rescatarla. El tiempo ha pasado y ella sigue allí, en ese viejo hotel de carretera donde ya no vende su cuerpo por dinero, sino su alma por conocer el mar. Cada noche se reúne con el diablo y pactan nuevas condiciones, aunque de momento sigue allí, y mientras llegan a algún acuerdo, continúa marchitándose un poco más cada día, como una flor en un jarrón sin agua.
Paz, qué bonito tu relato. Qué tristeza sale de tu Flor de los Monegros que en el fondo creo sigue viviendo de esperanza que la lleven a ver el mar.
Un saludo
Preciosa descripción de sentimientos, arropados por un paisaje nada hermoso. La esperanza se ha ido marchitando tanto como su cuerpo. Ojala algún día pueda ver el mar.
Un relato que gusta leer.
un beso paz
Muchas gracias, Blanca, aunque yo creo que Lupe ha perdido toda esperanza de ver el mar. ¡Qué pena! Un besico y gracias otra vez.
Gracias, Belén. La verdad es que enseguida imaginé este hotel enmedio del desierto para expresar el marchitar de nuestra flor. Yo creo que ha perdido toda esperanza. Un beso.
Precioso el cierre que le pones al mes y la consigna. Mucha suerte 🙂
Muchas gracias, Juan Antonio. Me alegra que te haya gustado. Un beso.
Sinceramente, un maravilloso relato.Saludos.