86. LA FUERZA Y EL TESÓN
Aquella mujer toda su vida estuvo atada a la tierra, de ella sacó lo suficiente para vivir y alimentar a su hijo que nunca supo quien era su padre . Las malas lenguas decía que era aquel hombre vestido de negro que decía misa en la ermita y a la que su madre tenía como propietario de todos sus bienes.
Con el paso de los años su espalda se fue encorvando al ritmo de su azadón y las arrugas formaron un entramado nido de abeja que cubría su rostro del que salían sonrisas de bondad.
Mirando al infinito repetía una y otra vez en forma de plegaria:A ver cuando vienes a buscarme, mi cuerpo no aguanta más los envites de la tierra.
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La malhadada mujer, siempre apegada a la tierra, que sobrevive gracias a los frutos que de ella consigue y que ruega para poder descansar, tranquila al fin, de los rigores de su sino. Suerte y saludos, Puri.
Jesús, muy bien captado el mensaje de mi relato. Gracias por comentar.
Un saludo
Ana creo que no has entendido bien mi relato, pero si tu lo ves así no seré yo quien te haga cambiar de opinión.
Yo solo he pretendido reflejar una situación que se dio en la España rural de los años 50 en la cual una mujer sola y con un hijo tiene que apañárselas como puede para sobrevivir.
Un saludo y gracias por acercarte a comentar