46. La hechicera
Nada más nacer, sus padres, al ver cómo le brillaban los ojos, supieron que era única y la llamaron Mónica.
Nunca fue como las demás niñas del pueblo. Mientras las otras saltaban a la comba, ella leía a Lovecraft y, cuando todas dejaron de crecer, siguió estirándose para alcanzar la luna. A los chicos les daba miedo y nunca tuvo un novio con el que perderse de noche en el saso. A cambio, aprendió el lenguaje secreto de los cuervos, sus hermanos y confidentes.
Cuando todos acataron la orden de abandonar sus casas, ella se quedó. No temía ni a los hombres de verde ni al eco del viento que aullaba en la plaza desierta la palabra pantano.
Los que se fueron dieron cuerda al reloj y se olvidaron de ella, de cómo graznan los cuervos al atardecer y de cómo les contestan, descaradas, las ranas.
Mónica paró el tiempo, allí, al arrullo de la hiedra que trepa por las piedras y que le hace compañía mientras canturrea la salmodia que le enseñaron los cuervos para mantener el hechizo que obliga a la Vía Láctea a seguir brillando sobre las tejas.
El miedo al diferente. La aceptación de lo que otros deciden por muy doloroso que sea el dejar atrás, bajo las aguas, toda tu vida. El olvido. Los saberes atávicos. La soledad. La magia… ¡Cuántos temas, y tan bien, tratas en tu relato! Y esa palabra: saso. Me gusta mucho, Patricia. Suerte y saludos.
Un personaje distinto, con inquietudes muy particulares, que se hacen difíciles de comprender para el común de las personas, pero ello es lo que le hace interesante. Una mujer única de verdad, insustituible, pues alguien tiene que quedar para permitir que la Vía Láctea brille sobre las tejas; sólo ella puede, con una magia que embruja. Leer a Lovecraft en lugar de revistas del corazón, tenía que dar buen fruto.
Me alegra mucho leerte. Un abrazo (del tipo que tú quieras) y suerte
Los seres especiales suelen brillar de modo invisible a la mediocridad. Su riqueza es inalcanzable por aquellos que desprecian lo que no comprenden, porque ellos crecen, saben destilar todo lo que tiene el mundo reservado para los elegidos, para los que conocen el lenguaje del atardecer, para los que paran el tiempo y saben como amamantarse de la vía láctea.
Tú, Patricia, sabes perfectamente de lo que hablo.
Espléndido relato, con ese mágico talento que destila tu inconfundible estilo.
Un abrazo besado.
Jesús, Ángel, Antonio y Juan, muchísimas gracias por vuestros generosos comentarios. Me daba un poco de corte subirlo porque llevo tiempo desconectada, pero es la única forma que se me ha ocurrido para agradecer la invitación para unirme al libro del quinto aniversario.
Jesús: «saso» es una palabra aragonesa que fuera de nuestro reducto no se suele entender. Me hace muy feliz que te guste porque siempre me ha parecido preciosa.
Ángel: no me desees suerte, que ya la tengo, con amigos como tú.
Antonio: venga ese abrazo besado, compañero.
Juan… Me puse Richmond por papá Edgar, así que imagina cómo me ha sentado tu piropo. Muchísimas gracias por tu valoración, caballero. Voy a ver esa película, no te quepa duda.
Gracias, de nuevo, a todos.
Qué alegría leerte por aquí. Bravo. Pues mira que aún haces un 2×1 en libro.
¡Richmond, qué bonito texto! Tu hechicera celeste, la que susurra a los cuervos y canturrea hechizos para que la Vía Láctea nunca deje de brillar porque, mientras lo siga haciendo, todo permanecerá. Enhorabuena por esta maravillosa historia. Un beso grande, artista.
Muy especial tu Hechicera, PATRICIA; me gustó. Por ser la niña que fue y la mujer que es: lectora, observadora, aprendiz, sobreviviente… y mágica; tan mágica que es capaz de parar el tiempo y mantener hechizada a la Vía Láctea.
Como siempre, un placer leerte.
Cariños,
Mariángeles
No se te da mal hechizar, nada mal diría yo. Me ha gustado mucho tu relato.
Un beso
Paloma
Como tu personaje, tú tampoco eres como nadie… qué gusto leerte, Patricia, qué bien me has llevado por ese fantástico cielo…
Un embrujado abrazo.
Pero, ¿Qué te han hecho a ti los cuervos, criatura? Animalicos!
Besicos, rescatados de la caverna.
Qué escena tan mágica, niñas saltando a la comba y una muy especial saltando con su imaginación, leyendo a Lovecraft. ¡Genial! Un relato lleno de ternura, también de duro realismo, pero donde la magia no deja resquicios a la tristeza. Me ha encantado, Patricia. Abrazos.
Eres la hechicera de las historias, del lenguaje secreto de las palabras. Logras parar el tiempo cuando escribes y cuando te leemos.
Una vía láctea de besos.
Encantada de leerte por aquí también, siempre bienvenida, Siempre acertada en los relatos.
¡Ole mi niña!
Un relato lleno de encanto, que cumplió su cometido. Encantarme.
Felicidad ensartadas con suerte.
Patricia, bonita historia rural. Suerte y saludos
El ser diferente a los demás hace que la persona en cuestión resulte más interesante, aunque quizás no la comprendan en su entorno. Me gusta leerte por aquí, querida Patricia (permíteme las confianzas…). Escribes muy bien y no puedes privarnos, a los demás, del placer de leerte.
Un abrazo.