66. La inconformista (Jesús Navarro Lahera)
A la mujer del vecino nuevo le han partido la cara, y la verdad es que se lo tenía bien merecido. Desde que llegaron hace un mes, no había parado de hacer cosas de lo más extrañas. Primero dijo que quería colocar macetas con flores en su balcón. Le avisé de que no se podía hacer eso, que iba en contra de las normas de la comunidad. Sin embargo, ella contestó que en primavera es bueno que haya colores alegres en la fachada y llenó de claveles su baranda.
Luego, con la excusa de que el del quinto va en silla de ruedas, propuso cambiar los escalones de la entrada por una rampa. Pero el remate fue cuando se empeñó en poner su nombre junto al de su marido en el buzón. Por más que le repetí que está prohibido que las mujeres figuren en cualquier sitio, ella hizo lo que le vino en gana.
Aunque lo más sorprendente fue lo que me dijo después. Antes de subir a su casa, me soltó el disparate de que nosotras somos iguales que los hombres. En fin, me pregunto de dónde habrá sacado esas ideas tan raras.
Y “tan bien merecido”, el mote de “dinosauria” que le pondría a esta vecina cavernícola. Quiero pensar que el relato se centra en la época victoriana. Pero es cierto que en determinados países, culturas y guetos actuales puede ser de lo más normal.
Aunque en tomo de mofa, es un tema serio, por el que muchas mujeres mueren a diario.
Bien contado.
Ironía fina al servicio de la crítica social, hacia unas costumbres establecidas que niegan lo más básico, que consideran extraño lo natural y se alegran del mal ajeno, como deja claro la primera y terrible frase.
Un abrazo y suerte, Jesús.
¡Vaya tela con la vieja del visillo! Que las diosas me libren de vecinas como esta, yo quiero ser amiga de la nueva.
Un abrazo y suerte.