81. La isla
Sube los peldaños de madera cuidadosamente para no tropezar. Tan solo hay una pequeña bombilla que se bambolea creando sombras tramposas.
Cuando entra en la desangelada habitación, tan solo hay una silla carcomida y una mesa cubierta de un viejo hule con ronchas de cafetera. Deposita su maleta y, desatando las cuerdas de pita, la abre con reverencia.
Saca la alcayata y la foto que su mujer, dejándola a deber a plazos al bueno de don Esteban, se hizo con las niñas para que se las llevara con él. Ellas se quedaron con la de la mili, la única que tienen.
Luego, se sienta, apoya los codos sobre la mesa con las manos en sus mejillas y, observándolas, se deja ir. Se imagina a Laura dando de mamar a la pequeña y a la mayor ayudando a su madre en los quehaceres de la casa como una mujercita.
Los crujidos de la escalera le sacan de su ensimismamiento y le hacen ver que su tiempo ha concluido. Recoge con rapidez para acabar cruzándose con el próximo usuario, saludándose ambos con un ligero movimiento de cabeza. Él, más reconfortado, el otro anhelante con su alcayata ya en la mano.
Hola, Javier.
Me encanta la expresión «sombras tramposas» y el relato en general. Revisaría el último párrafo del texto: observo demasiadas terminaciones en «ente» y en «ento». Y me pregunto si la expresión «El tiempo pasa desgraciadamente inexorable» es afortunada. Que el tiempo pase resulta una desgracia inexorable hasta para un preso, ¿no te parece?. No sé, después de la fiesta «enteciana» estoy algo criticón. Pero no, no lo creas, es por ayudar de verdad y por tratar de aprender mientras comento. Un abrazote.
Gracias, Martín, por intentar ayudarme a mejorar el relato. Lo he intentado y no sé si lo habré conseguido. Cometí el error de hacerlo rápido y no revisarlo como suelo hacer a veces durante días.
Un abrazo
Es triste que alguien se vea exiliado de algo que debería ser tan natural y cotidiano en su vida como estar con su familia. Los recuerdos, la imaginación y los sueños pueden ser muy vívidos, pero siempre hay un crujido de escalera, o algo que hace las veces de ello, para poner las cosas en su plano real. Puede que algún día regrese, el problema es que los momentos familiares ya transcurridos no volverán con él mientras permanezca en esa isla lejana a la que hace referencia el título, sinónimo de aislamiento, generando soliloquios interesantes, como este relato, sólo rotos por otros islotes vivientes, en parecida situación.
(Javier, campeón, si mis sentidos no fallan, que todo pudiera ser, me ha parecido detectar una errata en forma de «habré» por «abre». Te lo digo por si crees que se debe editar, o lo que corresponda, y en su caso subsanarlo).
Cuánto siento no haber hablado contigo más el sábado. No pude quedarme hasta las copas del final, qué se le va a hacer, tú no te perdiste nada, como corresponde, e hiciste muy bien. Habrá más ocasiones en las que coincidamos y esas no me las perderé yo.
Te mando un abrazo grande y, ya que estamos en la semana de marras, felices fiestas
Gracias, querido Ángel, el error era más que garrafal y se agradece que un amigo te lo haga ver para que no quedes en evidencia. Lo escribí rápido y sin revisar por una pulsión nocturna tras el encuentro en el que eché de menos poder charlar contigo un rato, pero todo fue muy escaso en el tiempo. Esperemos subsanarlo a no mucho tardar.
El relato lo he reconstruido un poco, sin cambiarle la esencia, porque hoy me he encontrado un poco más lúcido, en caso de ue eso sea posible.
También te deseo unas buenas fiestas con todos los que tú desees.
Me gusta lo que cuentas y como lo haces, pero me ocurre lo mismo que a mis antecesores en el asunto de comentar. Aunque no soy el más indicado para hablar de faltas de ortografía y similares (no tengo demasiada idea y perpetro alguna que otra), en el relato veo unas cuantas que enturbian el disfrute del contenido. Por lo que he leído en otras ocasiones, creo que se puede corregir. Gracias por compartirlo, Javier. Un saludo y suerte.
Gracias, Jesús, por tu comentario y tu ayuda ante mi relato con desarfortunados errores que he intentado corregir e incluso estructurar un tanto mejor a mi criterio.Espero que ahora te guste más. A veces, no se si a tí te pasa, no estoy en condiciones ni reviso como debería y los compañeros se merecen.
Un abrazo sincero.
¡Juan! que bueno vernos por fin y sentir mutuamente todo eso que comentas, fue corto pero ya vi esa pasta de la que estas hecho y que tan buen rollo transmite.
Por otro lado me gusta que el relato te diga algo cercano dado lo que sentí que es lo más importante para tí, que entre otras cosas te pega al volante. No te deseo nada ni infimamente similar a mi personaje, que los ha habido y los sigue habiendo porque hemos creado un mundo de idiotas, por ser suave.
Espero volver a vernos y alargar unas risas, que falta hacen.
Al micro le he hecho ciertos cambios porque tenía hasta faltas de ortografía de enjundia, espero que te guste más ahora.
Te deseo felicidad por siempre en tu continente murielano. Y, claro, de momento ¡¡¡Ya está!!!
Dejando aparte lo que dicen los compañeros de posibles errores en la escritura, yo me quedo con la esencia de tu relato, Javier, y he de decir que me gusta. Solo un detalle, quizás poco relevante, te quiero comentar (es que lo relaciono con mis circunstancias personales. De mi familia más lejana no había apenas retratos pues resultaba muy caro pagar a un fotógrafo para que los inmortalizase. Por eso, al leer sobre ello en tu micro, me han venido a la mente mis abuelos y bisabuelos, de los que apenas conservo recuerdos fotográficos.
Un abrazo.
Gracias, María José. Algún error había que ya corregí. Me gusta lo que dices de las fotos porque así quisé que se viera, sobre todo por el hecho de hacerse la foto familiar y tener que pagarla a plazos y a una persona sensible con los problemas de la familia.
Un abrazo.