54. La obstinación de la memoria
El paso de los días no hace sino reforzar la certeza de tu recuerdo en mi memoria. Por la noche, al cerrar mis párpados, surges de entre brumas y contornos como escurridiza, como etérea; pero pronto te vuelves contundente, nítida, cierta. Por eso me afano en nimiedades, por eso me desgasto en ires y venires fatuos buscando extenuarme para no soñarte. Pero nada resulta: al final del día el esfuerzo en lugar de cansancio me da bríos que se traducen en insomnio, e imagino letras para escribir tu nombre, colores para pintar tu rostro. Entonces sonrío y me lamento porque es cuando más desearía—y no—poder liberarte de está cárcel, estos hierros que se aferran en mantenerte presa en mí.
Hola Ana, me alegra que te haya gustado, de verdad. Excelente observación lo de «está», quiero pensar que fue un despiste, pero no estoy muy seguro jeje.
Saludos y gracias por tu comentario.
Héctor, castigar el cuerpo para dominar la mente no es suficiente, ésta tiene sus propias leyes. Precioso texto. Abrazos y mucha suerte.
Los recuerdos nos hacen prisioneros de ellos muchas veces. Es complicado mirar hacia delante cuando algo tira detrás de ti con tanta fuerza. Me ha gustado mucho. Suerte 🙂
Qué grande este relato. Buen dominio del léxico escogido y una sensación de confinamiento de los recuerdos que queremos dejar en el baúl de los olvidos y no somos capaces. Suerte, Héctor, en este largo y divertido trimestre que está a punto de llegar a su fin.