44. La persistencia de la memoria
Poseedor no solo de fuerza inmensa, sino también de una memoria prodigiosa, el Minotauro se nutre tanto de los jóvenes condenados a muerte como de sus recuerdos junto a Ariadna. Por eso reconoce al instante, entre las sombras, el ovillo purpúreo que trae el varón ateniense: es el hilo favorito de su amada hermanastra, con el que tejía sus peplos de adolescencia. Al ser preguntado, el joven de paso incierto contesta que su amada se lo ha entregado para salir felizmente del intrincado laberinto. Conmovido, definitivamente traicionado, el monstruo renuncia a su innata crueldad y se deja golpear una y otra vez por aquel alfeñique, mientras le arroja a la cara esta verdad: «En el laberinto uno no se pierde, se encuentra».
La última frase sustenta todo el relato y lo eleva. Me gusta cómo lo has explicado. Mucha suerte. 🙂
Gracias, Juan Antonio. Celebro que te guste. Un abrazo.
Alfonso, esos timtes historicos le confieren fluidez, y ayudan a interpretar mejor su final tan directo. Suerte y saludos
Muy amable, Calamanda. Un abrazo.
Muy bueno, nos recreas la historia y sus personajes, el minotauro Ariadna, Teseo. Muy enriquecedor y con ese giro final, me ha encantado.
Saludos
Muchas gracias, Asun. Un abrazo.
Relato que me recuerda al final de La casa de Asterión. Suerte.
Pues acabo de leer ese relato de Borges, incluido en “El Aleph”, y me he quedado sorprendido porque, efectivamente, su última frase (“El minotauro apenas se defendió”) coincide bastante con el argumento de mi relato (aunque en el mío el pobre no se defiende nada de nada). Pero juro sobre la tumba del maestro argentino, q.e.p.d., que no le he copiado la idea. Es cierto que he leído “El Aleph”, pero hace tanto tiempo, que ya no recordaba esta historia. Ha sido para mí una feliz coincidencia. Nada más.
Es fama que el famoso mito ha tenido fortuna y ha dado origen a numerosas variaciones posteriores. Alguien podría investigar su árbol genealógico. Entre los microrrelatos sobre este asunto ahora mismo tengo en mente, por ejemplo, “Hilo dental”, de Federico Fuertes Guzmán, y “Origen del mito”, de Manuel Moyano. Los he leído muy recientemente en la “Antología del microrrelato español (1906-2011)” de Cátedra. Ambos, superiores al mío.
Gracias por tu aportación, Lorenzo. Un abrazo.
Ah, y me olvidaba de «Martirio de Pasifae», de Marco Denevi, muy cachondo aquí el maestro.
Muchas gracias por las recomendaciones; para mí La casa de Asterión es sin duda uno de mis cuentos preferidos y el mito del minotauro lo mismo. Así, que disfrutaré seguro con estas lecturas. Ah y para nada hablaba de plagio la
Biblioteca de Babel es alargada y tu relato es uno más que reposa en esos anaqueles literarios. Saludos.