21. La pregunta del millón
Seguro que habréis oído el comentario “si viniera un extraterrestre a nuestro planeta concluiría que estamos locos”. Pues resulta que vino. Nadie se dio cuenta porque se metamorfoseó en uno de los nuestros. Yo lo descubrí. Había leído el caso de otros dos que aterrizaron en Barcelona para sumarse al jolgorio de la ciudad olímpica.
Iré al grano. Me soltó que vivíamos atenazados por contradicciones que nos convertían en entes vulnerables. Aunque perecederos, acumulábamos enseres inútiles para el último viaje; éramos seducidos por altisonantes campañas solidarias tanto como por las tretas de redomados embaucadores. Estos fueron sus argumentos. “Sois egoístas, emocionalmente inestables y carecéis de mirada panorámica”, sentenció. Aún añadió que nuestros anticuados recursos energéticos darían la estocada definitiva al maltrecho medio ambiente de marras.
Enmudeció por un instante y yo, animado por su clarividencia, le pregunté. “La felicidad está en las pequeñas cosas”, oí que respondía. Lo miré sorprendido: el bigote pintado en exceso y un repentino puro entre los labios. Me dio la espalda y con andares de pato se marchó tal y como había llegado.
Hola, José Luis.
Te felicito por este relato que me ha parecido francamente ingenioso y bien escrito. Esa mención soterrada a los protagonistas de «Sin noticias de Gurb», ese certero análisis que hace el ente infiltrado acerca de la especie humana y el remate final, que es de traca.
Espero que tenga premio. Un cálido saludo.
Efectivamente, Sin noticias de Gurb y Groucho Marx me han inspirado este relato.
Gracias por tus amables palabras. Un saludo.
Ese extraterrestre, miembro de una civilización más avanzada, ha sabido analizar los grandes problemas de los humanos, que puede que nos conduzcan a la extinción, pero seguramente él no sepa que la respuesta sencilla y profunda que ha dado a la pregunta del millón encierra una filosofía que también conocemos, quizá la diferencia con su mente preclara es que se nos olvida que la felicidad está en las pequeñas cosas.
Somos demasiado inquietos e imperfectos, pero, pese a todo, tenemos dentro la semilla de la sabiduría, los cimientos de la esperanza. Eso también es una alegría.
Un saludo y suerte, José Luis, con este relato que nos pone enfrente de nosotros mismos.
Qué mezcla de seres tan absurdos para un micro tan profundo y bien construido. Genial, José Luis. Suerte y abrazos.