116. La profundidad de la espera (Juanjo Montoliu)
María se mira en el espejo después de acostar a los niños. Ve en él las marcas del sol y del tiempo, todavía no tan hondas como para restarle belleza, demasiado profundas para no sentirse cansada.
No debe faltar mucho para que vuelvan los hombres de la mar y será el suyo quien le haga su propio examen. Hasta este momento, cada reencuentro ha conducido a traer otra criatura al mundo, no sabe muy bien si por la escasa huella de las arrugas o por el deseo comprimido del final de la abstinencia.
Quizá llegue un día en que a él le pese más la árida conciencia que provoca la hondura de los surcos y ella sienta entonces una angustia diferente. La de ahora se resume en contar las noches en vela a causa de los llantos infantiles y en descontar los días que faltan para escuchar la inconfundible sirena de los barcos.
Tras leer tu hermoso relato se queda uno como mecido por los aires de una leve melancolía aunque no tan profunda como la que parece sentir María con esa vida que lleva y que no parece que vaya a cambiar nunca, por mucho que espere. Muy bueno, Juanjo. Suerte y un saludo.
Me alegro de que te haya gustado, Jesús. Muchas gracias por tu comentario.
Buena apuesta Juanjo, suerte, me gusta la frase: «la árida conciencia que provoca la hondura de los surcos»
Muchas gracias, Manuel.
JUANJO, dices mucho mas de lo que cuentas en esta bucolica historia,suerte y saludos
Gracias, Calamanda, eso es lo que deseaba hacer. Saludos.