105. La puerta de atrás
Antes de que salga el marmitón, Cate ensaya sus mejores muecas, como había aprendido en The sistem, la academia de interpretación en la que estudiaba el método Stanislavsky, cuando todavía podía pagarla. Consciente de que su actuación no provocará ningún aplauso ni levantará a los espectadores de sus asientos, concentra sus esfuerzos en ablandar el corazón del aprendiz de turno. De ello depende que tenga que hurgar en los contenedores, como todos los demás, o que le hagan pasar a la parte de atrás de la cocina. Cada gesto, cada movimiento, cada ademán está preparado, con el esmero de una prima donna, para provocar la compasión de su ínfimo auditorio. Hasta el último puchero una vez dentro, con el hambre satisfecha y la autoestima a punto de resquebrajarse, es ejecutado con la determinación que lo haría en un estreno, con el afán de conseguir un precio justo que la libere de acercarse al pilón o a la yacija que espera en un rincón escondido del almacén.