69. La quimera del oro
Rebozó sus manos con la tiza del pebetero sin dejar de mirar a la grada. El entrenador lo cogió por la cintura y lo colgó de la barra con la elegancia y sequedad de un matarife. El estadio guardó silencio. Un pequeño impulso, y empezó a girar vertiginosamente como las manecillas de un reloj dislocado. En un momento impreciso, llegó la suelta y Benito, Ícaro obstinado, voló tan alto como sus sueños. Fue un salto mortal de los que solo se pueden realizar una vez si se hacen bien, y aquel salto mortal fue perfecto; perfecto y definitivo. Una voz espartana sentenció: «Los juegos deben continuar», e Igor se dirigió al pebetero de la magnesia. Rebozó sus manos, y se dejó colgar. Algún reloj marcaba las cinco en punto de la tarde. Sus vuelos fueron más altos, más limpios, pero cuando clavó sus pies en el suelo sintió una vértebra perforar fatalmente su médula y apenas pudo disimularlo. No fue un salto totalmente perfecto, pero sí le sirvió para conseguir la medalla de oro. Ahora, con las dos piernas dormidas para siempre, no hay noche en que no sueñe con poder cambiar su medalla, por un salto mortal de verdad.
Luis San José. que horribles son estos accidentes. El hijo de unos amigos, con 29 años, no hace mucho sufrio uno parecido y quedó en silla de ruedas. Lo has contado fenomenalmente. Suerte y saludos
La muerte frente al honor, sí, pero también frente a la dependencia y la pesadumbre por no poder seguir haciendo lo que, hasta ese momento, ha marcado la vida de tu protagonista. Yo, desde luego, comprendo sus deseos. Enhorabuena y suerte. Saludos.
Es duro el epílogo de tu relato, pero por lo visto muchos hemos manejado el mismo tema. Un final triste para muchos luchadores.
Muy bien contado.
Un abrazo y suerte.
Luis, un relato que te aplaudo por su fuerza y quizá por ser un tema el que tratas que me hace empatizar mucho.
Has narrado, de manera casi profesional, las vueltas de un atleta en su ejercicio. Y ese oro que todos anhelan y no todos consiguen.
El final es un colofón a una historia trabajada, mimada, en la que has puesto todo el corazón y eso… se nota.
Jó, me encanta, felicidades. Ojalá estés en uno de los puestos de los laureles.
Pd: Un abrazo enorme a Esther, que la recuerdo siempre con mucho cariño.
Me encanta la forma y el lenguaje cuidado con que presentas tu historia.
Emociona y nos haces vivir el drama, sobre todo, con la imagen del «entrenador subiéndolo a la barra con la sequedad de un matarife».
Volveré a leerlo más de una vez.
Saludos cordiales.
Relato muy bien escrito, con sentimiento en cada palabra. Además las metáforas están muy bien logradas.
Mucha suerte y feliz resto de verano.
He empezado a leer con la imagen de Chaplin en mente. Esto de ver tanta peli a veces confunde un poco.
Al sentir el ‘crack’ la imagen ya me ha cambiado.
Triste historia deportiva truncada. Da angustia pensar que en el momento crucial ocurra eso.
Suerte.
La fatalidad juega con los deportistas, y en el caso de tu atleta,ese fallo le costó las dos piernas y con eso ya no se puede decir nada más.
Una historia triste Luis
Has trabajado cada palabra, y así da gusto leer.
Un saludo, Luis, y suerte.
Uff, fuerte. Aplaudo la visualidad del texto. Tal cual. De tu imaginación no hay más que decir. Dos saltos de premios. Supongo que subes al podio. Suerte.
No sé por dónde empezar: la historia, las imágenes, la construcción del relato. Es que me gusta todo. Para mí, huele a oro.
Suerte y abrazos,
Dura historia. Una quimera que persiguen muchos, y donde un pequeño error les puede costar muy caro.
Coincido con los comentarios anteriores en la belleza de tu escritura.
Un beso Luis.
Carme.