93. La radio
María tiene que contárselo.
— Eduardo…
— ¿Qué?
— ¿Estás despierto?
— Pues digo yo que si te respondo…
— Es que ha pasado algo malo.
— ¿Qué has hecho?
— La he roto.
— ¿Cómo que la has roto?
— La radio.
— ¿La radio?
Eduardo enciende la luz y se incorpora.
— ¿Sabes lo que eso significa? Vivimos aquí por esa maldita radio. Mira si presumes tú de edificio histórico y buena zona. Sabes que mi abuela lo puso como condición en el testamento. Sabíamos a lo que nos ateníamos. Lo expuso claramente. No es algo que se elija, si optábamos por venir aquí, teníamos que tragar con ello. ¡Sabe Dios lo que nos pasará ahora!
— No podía soportarlo más. Fernandito lleva meses con pesadillas. Es inhumano. Todas las noches, a la misma hora… esas voces. El mismo programa. Es imposible dormir.
Dos campanadas interrumpen la acalorada discusión y un silencio tenso se adueña del dormitorio.
“Bienvenidos a la madrugada de este dos de noviembre de 1937 que nos ha dejado una mala noticia…”
Reconocen la voz, es la misma de siempre, pero proviene de la habitación de Fernandito.
María llora.
Misteriosa la mutación que nos propones del pobre Fernandito.
Aunque, si cabe, más triste sería la noticia que se disponían a escuchar sobre aquella ciudad.
Muy bueno Jesús.
Saludos y suerte,
Ton.
Jesús, el final de tu cuento lo redondea, original historia bien contada. Suerte y saludos
Sobrecogedor, Jesús. Ese Fernandito me va a producir pesadillas a mí. Has puesto a la radio en el punto de mira protagonista que merece como tema a tratar.
Un abrazo fuerte y suerte
Y es que es para llorar.
Un abrazo y suerte.
Vaya fina. Pobre Fernandito y que maldición de herencia!!
Suerte.
Besicos muchos.
Un rápido diáogo para una historia con ritmo de otra época abrazos y suerte
Inquietante la historia que nos cuentas. Sorprendente y apuntando a maldita. Mucha suerte 🙂
Esta María, no llora pero se asusta. Un relato de suspenso.
Felicidades y buen tiempo