101. La revelación de Gioconda
Hay siempre una sensación de urgencia en todas las pinturas que han conseguido burlar el tiempo, las guerras, robos y desastres varios, tan solo para enriquecer la existencia de quienes se acercan al museo.
Da igual que los visitantes sean de una u otra condición, las obras estarán ahí para ellos, dispuestas a atraparlos, aguardando por el instante de seducirlos, de dejarlos absortos, sumidos en el gozo y el placer estético que produce siempre la contemplación de la belleza.
El problema surge cuando, superado el trance del deslumbramiento, algún visitante no satisfecho con lo que ha dado de sí una pintura, se transforma en su crítico. En un santiamén la desmonta, la disecciona y la destripa para sentirse erudito, explicando las motivaciones que tuvo el pintor, asegurando que la modelo era la mujer de, o la amante de, que estaba embarazada, enferma, o incluso afirmando que era un hombre, no una mujer.
En esos casos, escucho sus comentarios y ante la imposibilidad de decirles “¡no tenéis ni idea!”, los persigo con la mirada mientras esbozo mi misteriosa sonrisa.
Chapeau!
Hay una lectura musicalizada que se puede escuchar en https://go.ivoox.com/rf/62530020