80. La Serrana (Mar González)
Todas las mujeres de esta tierra son serranas, pero “la Serrana” era mi abuela. Mi madre, “la serranita” y yo, aunque lo odiara, “la nita”.
“La Serrana” no salió nunca del pueblo en sus 91 años de vida. Murió a los 95, pero dejó de contar cuando empezó a olvidar y solo recordaba los nombres de las ovejas.
Mi madre, que marchó joven a la ciudad, regresó entonces para cuidarla. Con canas y más arrugas, volvió a ser “la serranita” y, después, no quiso ser otra.
Siempre que el trabajo me dejaba, yo cogía el coche y, pasado el alto de las Moreras, ya me sentía aquella niña de coletas que aprendió más en los campos que en las clases.
Una madrugada de invierno, quedó la casa vacía. No pensé en volver, pero llegó la crisis o, quizás, un renacer de “la nita”.
Hoy inauguramos este alojamiento rural y me parece escucharlas. A “la Serrana” no le gustan las nuevas colchas y “la serranita” señala con cariño esa foto de las tres juntas. – Deje a la niña, madre, que sabe lo que hace. – O eso espero. Estáis todos invitados.
Esa Nita sabe lo que se hace. Ha vuelto a sus orígenes, a renovar esa tierra que tanto dio a su abuela, a su madre y a ella misma, pues según sus propias palabras, allí aprendió más que en las clases. El campo ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos con los alojamientos rurales, una opción mágica para que a muchos no se nos olvide que existe otro mundo más tranquilo, sano y auténtico, del que todos procedemos. La convocatoria de este bimestre requería una mujer rural, tú has puesto tres, en un hilo de continuidad generacional perfectamente posible.
Es un placer leer tus textos, llenos de positividad, no se me olvida aquella entrañable «Mamá en domingo»,
Un abrazo y suerte, Mar
Esta Nita demuestra ser, además de una mujer de su tiempo, una buena hija y una buena nieta, que las tiene, a ambas, presentes en su ausencia. Quién mejor que ellas para amadrinar su futuro negocio que, en parte, se nutre de los recuerdos del pasado de muchos de sus posibles clientes. Enhorabuena y suerte. Saludos.
Mar, tu historia reboza optimismo y alegría. Bien por Nita que encontró una nueva vida en el lugar de su infancia, donde las voces amadas no dejan de acompañarla. Muy lindo texto, Mar. Felicidades!