110. La siega
En el campo, a mitad de la siega, empecé a buscar sus pechos. Los fui acariciando poco a poco. Los besé con ternura. Mordí sus pezones y empecé a chuparlos, a tomar de su leche. Me los bebí enteros y, allí, a pleno sol, me quedé dormida mientras ella me acunaba entre sus rudos brazos.
Muy bueno, Enrique. Suerte.
No hace falta mucho para decir tanto. Suerte Enrique!
Enrique, bonita historia. Suerte y saludos
Breve pero lleno de contenido, el hambre aprieta a cualquier hora, sin respetar las labores.
Suerte Enrique.
Has estado super habilidoso con tu historia, Enrique. Nos has hecho creer una cosa para rematarla con otra de mucha ternura.
Fenomenal.
Saludos
Hay que compaginar la maternidad con las labores del campo. Buen relato.
Suerte
Muchas gracias por comentar.
En el campo no hay descanso.