73. La trascendente
La observa desde la colina. Ella, terca, nunca se somete. Solo busca confrontación. Y encima ante el primogénito, que, débil aún, gimotea temblando contra su espalda para que la salve. Pero él le indica que no, es su momento, y arrastra al joven a sentarse a su lado. Que aprenda la lección.
Ella ignora la orden de huir dormitando entre el crepitar de la hojarasca. Con todos los músculos en tensión, al líder le satisface ver cómo persiste en su error. Sus labios se curvan en una fina línea de triunfo anticipando el final.
De pronto, tras un salvaje lamento, ella se incorpora en una trémula y patética silueta a contraluz. Después, repuesta y curiosa, acerca una rama seca al peligro caído del cielo. La mueve a un arbusto que, enseguida, entra en combustión. Luego la azota contra el suelo hasta acallarla e, hipnotizada, lo repite una y otra vez.
Y, ante la admiración del hijo común, él gruñe con los dientes al aire mientras ella, un tanto erguida, brama al cielo golpeando el pecho y alzando el tizón, intuyendo que sostiene el poder de cien de su eslabón con la mirada clavada en la colina.


Por casualidad, o porque tocaba, cayó un rayo que, con su fuerza eléctrica, prendió vegetación. Ante el miedo lógico, ese que dicen que preserva la vida, muchas criaturas inteligentes, aún poco evolucionadas, no se hubiesen acercado, pero tu protagonista sí, movida por la curiosidad, esa fuerza tan puramente humana, intuyendo, tal vez, la importancia del fuego, que acabarían aprendiendo a generar con el tiempo.
Original y muy bien contado, Nuria.
Un abrazo
Me divierte pensar que, tal vez, ella es la que ha evolucionado primero jeje
Muchísimas gracias por pasarte, Ángel.
Besosss
Nuria, me encanta la posibilidad que nos cuentas. Quizás ese rayo provocó la primera de las serendipias que inició la cadena que nos ha traído hasta aquí.
Un abrazo y suerte.