25. La tumba sin nombre
Había ido al cementerio a depositar un ramo de flores sobre la tumba de su abuela. Siempre se preguntaba a quien pertenecería la tumba contigua sin inscripción alguna. Sin embargo, esa tarde de principio de otoño, quedó sorprendida al contemplar el abanico de colores que cubría la lápida en cuyo centro destacaba la figura de un ángel tocando el violín. Al buscar el origen de tal maravilla comprobó que provenía del bello rosetón, de la cercana iglesia gótica, al ser atravesado por los rayos del sol. Sintiendo curiosidad, le preguntó al párroco la identidad de la persona allí enterrada. Era una eminente violinista de orquesta de cámara quien al morir dejó toda su fortuna al miserable sobrino que ella había criado. Y ¿Cómo se llamaba? Rosa, se llamaba Rosa.
Un sobrino desagradecido, que no se ha molestado en sepultar como Dios manda a la tía que le crió como a un hijo, tanto es así que ni siquiera ha encargado que pongan su nombre en la lápida, aunque no ha hecho falta, un reflejo colorido y casi divino ha puesto las cosas en su sitio.
Un saludo y suerte, María
¿Será justicia divina? muy interesante relato.
Un abrazo y suerte.
La codicia anula cualquier sentimiento, también el de la gratitud.Pasa con frecuencia, pero el sol(amigo)le devolvió el nombre a la artista y, de alguna manera, puso una flor sobre su tumba. Un beso y mucha suerte.
Maria, historia con moraleja, muy buena idea. Suerte y saludos
Interesante historia en la que al final, aunque poética, se hace justicia. Mucha suerte 🙂
Historia donde la justicia al final se cumple con ese colorido poético.
Saludos