70. La última etapa
El chiquillo les despertó a las once de la noche. Les dio una torta, que devoraron mientras caminaban hacia la playa. La luz de la luna creaba juguetonas sombras . Cuando llegaron a la cima de una loma, vieron unas luces. Su destino. Al otro lado del mar.
Otros pasajeros estaban ya esperando en la playa. Modou contó hasta cuatro. Abdelhakam les había asegurado que no habría más de cinco, pero eran siete los viajeros de la noche. El marroquí trató de tranquilizarles. Aseguró que la barca hinchable resistiría.
–Le bateau est nouveau. Je l’ai juste acheté à Sebta.
Los viajeros embarcaron silenciosamente. Abdelhakam y sus nietos empujaron la barca fuera de la pedregosa playa.
–Maa salama –les gritó.
Modou agarró uno de los remos y lo hundió en el agua. Sólo diez kilómetros les separaban de su destino. Detrás quedaban las tórridas semanas en el desierto, los meses de hambre y desesperanza en los montes de Marruecos. A partir de ahí, todo sería mucho más fácil.
Siempre me preguntaré por qué consideramos nuestra la tierra que pisamos.
Suerte.
Buena la historia y el relato, veo que hemos coincidido en el tema, me gusta.
Saludos.
Deseo que esa barca logre navegar esos diez kilómetros para llegar a su destino y consigan para siempre alejarse de su pasado tan sombrío. Cruda realidad diaria.
Un abrazo Juan pedro
Juan Pedro, la luna llena es su aliada, lo cuentas muy bien, suerte y saludos
Qué suerte realizar el recorrido con tan buena compañía iluminando su viaje.
Ojalá esa suerte les dure el resto de su vida.
Me queda el escalofrío final de saber si tu útlima frase la das por cierta o va cargada de ironía. Una vez más otra perfecta ilustración de la sinrazón del hombre. Mucha suerte 🙂