47. Las mentiras de todos los días
Hoy estaba de ruta mañanera con mi amiga Pili cuando de repente en una de sus “trascendentales” conversaciones sentenció: “Yo nunca miento”.
En la segunda vuelta al parque, nos topamos de frente con Auxi y casi se me salen los ojos de las órbitas cuando escuché a Pili: “Chica estás guapísima, te favorecen muchísimo las canas, desde luego teñirse es un rollo, yo me lo estoy pensando”. Ni siquiera habíamos avanzado cincuenta metros cuando empezó a criticar: “¡Madre mía! ¿te has fijado?, ¡si parece una vieja!
Cuando salíamos ya del circuito, nos encontramos con Rosa que venía del gimnasio, ataviada con todos los complementos y Pili, que no es nada sociable, entabló una charla animada que yo tuve que cortar a la media hora porque no llegaba a la cita del médico.
“Rosa ha creído que por vestir así va a parecer más joven y no se da cuenta que la miran para reírse”.
Le recriminé su actitud, pero decidí que al día siguiente le iba a dar la oportunidad de despacharse a gusto conmigo, el hipotiroidismo me había regalado algunos kilitos de más, aunque ella decía que antes estaba demasiado flaca.
“Pili, mañana no puedo venir”. Mentira.
Hay personas que presentan una división muy clara entre lo que piensan y lo que dicen, sin darse cuenta que eso es, claramente, mentir, porque proclaman lo contrario, o como dice el refrán, presumen de lo que carecen. Quienes hablan mal de otros por detrás en forma de confidencia, no hay duda alguna de que también siembran cizaña contra esos mismos confidentes cuando tienen ocasión.
Un relato sobre una situación que vemos «todos los días» (ya lo dice el título), que lleva a preguntarse si no seremos todos así, tambien, en alguna ocasión.
Un abrazo y suerte, Ana