91. Las mujeres y la guerra
La mujer del alcalde hizo que la mujer del pope tocara las campanas para reunirnos en la plaza. Temimos que nos llamara para anunciar una nueva requisa. Ya estábamos hartas de entregar nuestros cerdos y gallinas, nuestra cebada, a los austríacos, que a cambio sólo nos daban un inservible trozo de papel.
La sorpresa fue mayúscula cuando la mujer del alcalde nos dijo que la guerra, esa guerra que creíamos iba a durar siempre, había acabado. El emperador se había ido y el Imperio había dejado de existir. Serbia, después de todo, era la vencedora.
La guerra había durado mucho tiempo. Algunos hombres llevaban ya seis años fuera, acudieron voluntarios para luchar contra los turcos. Dos años más tarde, los demás fueron llamados cuando los austríacos invadieron nuestro país. Luego se llevaron a los chiquillos, a los ancianos, a todos los hombres. Hasta Dušan el Manco y el loco Petar se fueron.
Pocas nos alegramos con el anuncio de la mujer del alcalde. Aquellos habían sido años duros, pero también años de libertad. Años sin hombres. Sin aguantar sus borracheras, sus palabrotas, sus salvajes acometidas nocturnas. Nos habíamos acostumbrado a vivir sin hombres. Estábamos mejor sin ellos, solas.
Y lo peor de todo es que para muchas esposas es cierto.
Muy original tu isla de mujeres.
Saludos,
Una particular isla, producto de algo tan terrible como una guerra y que sin embargo es apreciada por las mujeres como un reducto de libertad. La idea me parece excelente y también la composición del relato, tan solo sugeriría, si me lo permites, algo sobre la frase final: creo que ya había quedado claro que las mujeres estaban mejor sin ellos y quizás podrías eliminarla.
Suerte y saludos
Le has dado una vuelta de tuerca muy buena. Esperaba mujeres contentas por recomponer familias y me he encontrado oportunas amazonas. El contexto y la narración me parecen magníficos. Mucha suerte 🙂
Da que pensar.
Efectivamente en tiempos de guerra, las mujeres se han buscado la vida y se la han buscado bien. Tiene que ser duro, después de haber salvado tantos y terribles problemas, volver a agachar la cabeza y ser sólo un ama de casa, una costilla.
Con lo fácil que sería aprovechar a esas personas.
Shhhhh, qué fuerte. El relato me atrapó desde el principio y el final nunca lo esperé. Qué buena pieza. Gracias. Ojalá que el mensaje llegue a muchos corazones… Es verdad que a veces, más vale solas que mal acompañadas. ¡Felicidades!
Enhorabuena, Plácido, por esa mención.