78. LAS OVEJAS SON PARA EL VERANO
Desde niño disfrutaba las vacaciones del colegio con semanas de antelación. Imaginaba las excursiones al monte, los baños en el río y las noches con los amigos alrededor de una hoguera. Pero, cuando llegaba el día, su padre le sacaba de sus ensueños con una bofetada de realidad: largas jornadas limpiando los establos y cuidando de las ovejas.
Durante años no hubo variación; en verano, sin importar las notas que sacara, ovejas y más ovejas.
El curso que empezó la universidad y se enamoró de Laura se pasó todas las horas libres planificando su primer viaje juntos, tardes enteras buscando rutas de senderismo, noches fantaseando con dormir abrazados bajo las estrellas. La tarde que ella rompió la relación, a finales de junio, todo se le desmoronó por dentro.
Si no lo remediaba, le esperaban de nuevo el pueblo, su padre y las ovejas. Al día siguiente montó en el coche, tomó la carretera de montaña que tenía tan estudiada y pisó el acelerador a fondo cuando vislumbró la curva más cerrada. Por primera vez en su vida saboreó el placer de los planes cumplidos. En la guantera, una pistola cargada, por si las cosas se torcían en el último momento.
¡Ay, pobre! Cuando ya parecía que iba a cambiar oveja por pareja… ¡zas! vas y le pegas el machetazo. ¡Menudo final! Te ha salido impactante del todo, se queda una con la boca abierta.
Y es que la vida es así, uno hace planes y planes, y después sale la cosa adelante o no, pero no hacía falta ser tan drástico, digo yo. Quiero pensar que la mayoría de nosotros nos adaptamos (y eso que a mí me cuesta ¿eh?), aunque tengamos que aguantar alguna que otra oveja de vez en cuando.
Muy buen relato, Asun, mucha suerte y un abrazote, amiga.
¡Ah! Y el título me chifla 😉
A veces la tolerancia a la frustración tiene un límite, y mi protagonista ya lo ha sobrepasado. Muchas gracias por comentar, y te confieso que el título es lo último que escribí (como casi siempre) y casi es lo que me llevó casi más tiempo.
Un abrazo y gracias por comentar.
Sin llegar a esos extremos, qué bien entiendo a tu prota. Las vacaciones en el campo son muy deseadas y bucólicas para los que no viven de él.
Lo que se hace por obligación casi nunca es satisfactorio.
Gracias por comentar, Edita.
Para una vez que se le presentan bien las cosas, que bien lo merecía y se lo había ganado, no solo se le viene todo abajo, sino que la alternativa al más doloroso de los rechazos no es ninguna o, peor aún, es el infierno de todos los veranos.
Un relato con un final impactante, pero también con mensajes, el de que todo el mundo tiene derecho a intentar ser feliz, y si no es posible, la pregunta (y es muy dura), planteada tal vez en la cabeza del protagonista), es si también se tiene derecho a dejar de padecer.
Un abrazo y suerte en el día de tu santo, Asun.
Como siempre, desgranas con maestría tu comentario y vas más allá de la propia historia, con una reflexión más que acertada.
Un beso y muchas gracias por comentar, Ángel.
Asun, que duro. Nos vapuleas durante todo el micro: primero empatizamos con sus desgracias veraniegas, luego nos alegramos de que haya encontrado el amor, para luego darnos otra vez el mazazo de la desilusión. Y cuando ya pensamos que va a tomar las riendas de su vida… va y las toma, pero de qué manera.
Un abrazo y suerte.
Me alegro de que hayas empatizado con mi personaje, Rosalía. La historia es dura, sí, pero a veces la vida también lo es.
Muchas gracias por tu comentario, un abrazo.