7. LES PETITS ESPAGNOLS (J.Redondo)
El abuelo, enfundado en su largo abrigo, quedó desarbolado. El sombrero de fieltro, también gris, apenas dejaba ver la barbilla caída sobre su pecho. Sin más lágrimas quedó solo entre los bolardos y cornamusas del Musel.
El barco, un carguero francés con tripulación oriental, era ya solo un punto de tenue luz. El viaje debía transcurrir en horas nocturnas. El destructor “VELASCO”, tomado por los “Nacionales”, en misión de acecho, trataba de dificultar estas labores de la Cruz Roja Internacional.
A Dioni se le encomendó el cuidado de sus tres hermanos. Superada la edad para ser niño refugiado, al objeto de pasar inadvertido, la abuela le había afeitado las piernas.
Un estruendo, un cañonazo, les despertó. Mi padre sacó a sus hermanos a cubierta. La brisa marina alivió sus pulmones viciados por el aire de la sentina.
Bajo la luna llena los escoltaban sendas fortalezas flotantes llenas de lucecitas. El sonido ensordecedor de los motores, el chapoteo del agua cortada en proa y revuelta por las hélices a popa, aturdía a los niños. Se trataba de navíos de guerra de la flota inglesa que en misión de custodia aseguraron su llegada, sanos y salvos, a Pauillac, en la costa francesa.
Qué historia la de esos tres y el cuarto, sacados de noche de su infancia para llevarlos a un destino tan poco novelesco como Pauillac, en medio de un estuario. ¿Si volviera a repetirse esa historia…? Por cierto y sin querer ser el aguafiestas de tu relato, la concordancia del título debería ser Les petits Espagnols o Les petites Espagnoles.
Un saludo
JM
Corregida la errata y aprendido el sistema para hacerlo, que me ha costado lo suyo.
El destino del barco, como podrás comprender no tenía nada de vacacional. Una vez despiojados con duchas de DDT pasaros a campos de refugiados de París y una familia de Lille (ciertamente nada veraniego destino)se comprometió ha hacerse cargo de los cuatro niños y de dos primos que iban con ellos.
Gracias por tu lectura.
Corregida la errata y aprendido el sistema para hacerlo, que me ha costado lo suyo.
El destino del barco, como podrás comprender no tenía nada de vacacional. Una vez despiojados con duchas de DDT pasaron a un campo de refugiados de París y una familia de Lille (ciertamente nada veraniego destino)se comprometió ha hacerse cargo de los cuatro niños y de dos primos que iban con ellos.
Gracias por tu lectura.
¡Qué bien narras, Lavín, y qué de imágenes tristes, preciosas y reales has reunido en este relato!. A la altura de tus mejores.
Gracias Marcos. Ya me gustaría que mi padre hubiese sido más explícito y yo más curioso para recoger cada momento de aquella odisea.
Un abrazo.
Me has refrescado la memoria. En aquellos años mis padres, nacidos ambos en Sopuerta, se conocieron en Saint-Denis París. Puede que llegaran allí junto a tu familia.
Gran historia otra vez.
Pues qué casualidad. Espero que alguien escriba una tesis explícita y datada para que salgamos de dudas. Las alubias, geniales con y sin refrito.
Un abrazo.
Apabullante dominio del lenguaje convirtiendo la narración en un documental (hecho en blanco y negro).
Una historia, una estampa, un fragmento, niños exiliados…
Y yo sigo pensando en el pobrecillo abuelo.
GRANDE.
Hubo muchos que quedaron desarbolados como mi abuelo y aquellos que se dejaron llevar por la ideología, los que los mandaron al paraíso ruso, los perdieron para siempre.
Gracias por tu ditirambo.
Otra crónica muy bien narrada que atrapa al lector y, como ya he dicho antes, no sabemos si es realidad o ficción. Muy bueno.
Saludos.
Beto, es cierto como la vida misma. A mi padre cuando volvió con dos años más le zurraron a correazos los vigilantes del régimen en la frontera y le quitaron todos los regalos que traía para la familia.
Un abrazo y gracias por tu fidelidad a la lectura de mis relatos
Una narrativa impresionante, muy gráfica. Una historia que llega con esa tristeza tan real. Muy bueno. Un abrazo
Esta historia ha sido repetida mil veces por mis tías, las dos niñas que acompañaban a mi padre. A él nunca logré sacarle detalles de este viaje.
Gracias por tu comentario.
Historia perfectamente tratada para ser al más que un relato. Muy buena la tarea de documentación y la manera de exponerlo. Mucha suerte 🙂
Si te digo la verdad la he escrito varias veces y esta es la versión que más me agradaba.
Un abrazo y gracias por tus continuos comentrarios.
Me gusta cómo está contada -relatada, mejor dicho- esta historia. El abuelo, el sombrero, el barco…… todo va apareciendo a su debido tiempo y en el lugar adecuado. Un magnífico trabajo. Un abrazo
Gracias Nieves. He tardado porque el verano me destroza las rutinas literarias y las comunicaciones informáticas pero ya sabes que he estado de cuerpo presente (activo eh…) en Cantabria y allí los paseos y los cocidos hacen las siestas más largas y roban tiempo a las teclas.
Besos
Redondo, me gusta tanto el relato que no se muy bien qué decirte sin quitarle valor.
Esta vez transmites tantas emociones que parece mentira que las hayas podido concentrar en tan poquito espacio. Nos encontramos a Dioni -entiendo que era tu aita- con sus piernas afeitadas para que no le manden al frente encargado de la misión mucho más importante, arriesgada y valiente de colaborar en poner a salvo a sus hermanos. Tremenda responsabilidad para un niño. Menos mal que llegó a feliz final y tenemos la oportunidad de poder leerte mes a mes!.
Como tu padre y los de Ricardo, mi madre y sus hermanos tb tuvieron el «placer» de tal travesía marítima. No en el mismo barco, seguro, pq embarcaron en Santander, pero te aseguro que tb había un Dioni, en este caso Juan, que tuvo que pasar desapercibido para evitar el frente.
Me encantaría saber contar su historia con el estilo con que tu lo haces.
Precioso homenaje a tus mayores y magnífica crítica de una circunstancia que, desgraciadamente, no para de acontecer. Eres el mejor.
Abrazo.
Pues mira tu que ya somos tres los que quizás dwebamos nuestras vidas a aquellos viajes.
Un beso Aurora. Cuéntame de tu vuelta al trabajo tras la convalecencia y las vacaciones.
En un primer pase me quedo con la historia contada, no relatada (como me educa, muy bien, Nieves), historia cautivadora por lo bien escrita. En una segunda lectura necesaria (la edad no concentra y no perdona), me suena un nombre, Dioni. Todo empieza a configurarse como la resolución de un puzzle. Un padre para envidiar. A Dioni le recuerdo con una calabaza agujereada con cara de fantasma, con vela encendida en su interior para regocijo de todos los críos que mirábamos a su ventana. Así era y así se lo he agradecido toda mi vida.
Pues no recordaba lo de la calabaza pero era muy de él hacer esas cosas. Un gran tipo que tuvo la mala ocurrencia de morirse a los 49 años. ¡Cómo hubiera gozado de sus nietos y estos de él?
En fin la vida.
Un abrazo.
Me ha parecido estar viviendo tu pequeño relato. Hasta se palma lo áspero del abrigo y se respira la humedad marina.
Sigo sin identificarte pero me encanta tu comentario.
Saludos.
Estaba deseando leer tu relato. No me ha defraudado. Te lo digo siempre son auténticos pedazos de historia, en este caso nos has traído a esos niños evacuados en barcos. Creo que estas vivencias contadas así, son un tesoro.
Así pues gracias por regalarnos algo tan preciado.
Un abrazo.
Hola Asun Buendía. Gracias por tu comentario y por el cariño que pones en él.
No sé qué habrá sucedido para que Jesús nos deje sin sus sabrosas contestaciones a nuestros comentarios. Está demostrado que disfrutamos todos tanto con lo que relata como con lo que opina. Hoy día 28, quedan dos días y 18 horas para que nos regale la consolación del final del verano. Todavía hay tiempo, no desesperéis.
Estoy aquí, no me he movido de España. Qué tengo yo que mi amistad con tanto anhelo procuras. Miguel, ¿sabías que la luna ahora está dos metros y medio más alejada de nosotros que cuando nacimos? ¿No se estará largando en busca de otra tierra menos conflictiva?
Un abrazo.
Hola Ana. Sigo bloqueado con mi novela sobre Urbasa. Por Dios que es difícil tricotar la madeja de una novela. Cualquier día me levanto con la MUSA y salgo del folio 36 en el que estoy varado.
Besos.