74. LO DE SIEMPRE, POR FAVOR.
No sé qué pasa hoy. No reconozco a casi nadie. Todos los días, a la sacrosanta hora del café, nos reunimos en este bar unos cien parroquianos agitados como el oleaje que se estrella contra la barra. Es un bullicio cacofónico: Los de la escuela universitaria, los del banco de la esquina, mi compañero del Price que habitualmente exige su sol y sombra. Siempre ha sido uno de los mejores momentos del día.
En el fondo alguien se fija en mí y sonríe. Es Miguel, el de la farmacia. Está raro. Se acerca.
-¡Hombre Juan, cuánto tiempo! ¡Me alegra verte de nuevo! ¡Y vienes con el uniforme! ¿Vuelves al Price? ¡Qué espíritu! Mira que hace años…
Una sonrisa, dos palmadas en la espalda y un hasta luego. Y mi chaqueta queda sin color. Veo que las coderas están gastadas y el forro cuelga de un lado. Desde el espejo, al otro lado del mostrador, un hombre mayor y pasmado con la cara pintada de blanco como el gran Charlie me observa.
«¡Maldita cabeza! No debería estar aquí –pienso- Hace años que no trabajo, tantos que no recuerdo cuándo fue la última vez. Debo volver, en la residencia estarán preocupados».
Manuel, retratas muy bien los despistes de esa enfermedad y el ambiente del bar. Suerte y saludos
Gracias Calamanda por tu comentario y dedicar un tiempo a este micro.
Un saludo.
“Maldita cabeza” Ya no hace falta decir más.
La maldita cabeza, principo y fin de todo.
Garcias Edita por dedicarme tu tiempo.
Un saludo.