91. Lo demás ya es otra historia (Javier Palanca)
La norma era no hablar mientras se llevaba el traje de faena. Eso podía romper la magia interior que al ponértelo tenía que sentirse.
Así lo hicieron mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre. Y ahora lo hacia yo, la cuarta generación de mimos de la plaza del ayuntamiento, un buen lugar de paso.
Yo seguía un horario estricto y siempre desayunaba en el mismo sitio a la misma hora. Los clientes solíamos ser los mismos y como sabían que yo no hablaba, y estaban acostumbrados a mi vestimenta, no me hacían mísero caso.
Pero aquel día, al girarme desde la barra con la taza en la mano, te vi entrar y maldije la tradición. Era superior a mis fuerzas y no podía romperla.
Me hervía el cuerpo en una lucha interior desesperada y, cuando acabaste tu café con leche, salí detrás de ti mientras iba quitándome piezas una tras otra que caían sobre la acera como un reguero de formas y colores; hasta que te abordé tocándote el hombro izquierdo y al girarte te dije lo que bien recordarás a pesar del impacto.
Sí. Que un tío se te acerque por la acera medio en pelotas tiene que impactar, desde luego. Jajaja. ¡Qué bueno!, desde luego, cuando las oportunidades se presentan no se pueden dejar escapar. Muy original, me ha encantado.
Mónica, que te halla gustado es lo más importante para mí. Y sí, hay que lanzarse aunque no sepamos lo que va a pasar.
Besetes
Claro, claro…, lo demás ya es otra historia. Y nos dejas así, sin saber lo demás… 😀
Sí, Edita, ahí está. Piensa lo que más te apetezca.
Besetes
Ah, me gusta!!! Qué intriga. Anda que no hay historias ahí. Muy bueno por tu parte.
Luisa, encantado de que te halla gustado y por ver esa intriga que quería dejar, porque a partir del final quería dejaros el resto a cada cual.
Muchos besos
javier, nos dejas en vilo con ese final. Has conseguido hilvanar muy bien las situaciones. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda, por lo del hilvanado. Y, bueno, si os dejo en vilo me agrada, claro.
Besos