40. LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ
Se reían de ti siempre que, con simulado rubor, sacabas la foto en blanco y negro que guardabas en la cartera; un apuesto joven frente al mar del que, según tú, fuiste pareja en los años cincuenta. Cuando te alejabas, los dedos índices de algunos giraban sobre la sien, y otros sin consideración te gritaban loca. Nadie desconocía que el hombre de la foto era un famoso actor.
Cuando en la televisión anunciaron su muerte, las lágrimas mojaron tu vestido y luego, como una niña sonreíste, en el momento en el que un periodista mostró una foto en blanco y negro que el actor guardaba en su cartera; una joven rodeada de cámaras y ramos de flores, aplaudida y divinizada por el éxito de su última película.
Las fotografías tienen una virtud: salvo que estén manipuladas, no mienten. Otra cosa es fundamentar una supuesta fantasía en una vieja imagen, como todos creen que hacía tu protagonista.
La verdad puede permanecer oculta, pero a veces encuentra resortes para salir a la luz. Tras la muerte del conocido actor, otra fotografía adquiere protagonismo. En ella aparece esa mujer a la que todos dan por lunática, protagonista de épocas pasadas. Ambos estuvieron unidos como ella siempre afirmó, les separaron las circunstancias, pero nunca se olvidaron y de alguna manera permanecieron juntos, en espíritu y a través de unos trozos de papel que siempre llevaron consigo.
Un relato que muestra cómo las viejas fotografías, muchas veces, reflejan instantes detenidos, cosas que fueron y ya no, absorbidas por el tiempo; pero también pueden ser prueba concluyente de que donde hubo siguió habiendo.
Un abrazo y suerte, Begoña