92. Lo que me faltaba (Toribios)
Mira que soy pavo. Yo, vestido de estas trazas para divertir a niños que me odian. Sí, me odian, lo veo en sus miradas. Cuento un chiste, hago un juego de manos, y ellos me miran con desprecio. Y no me extraña, esas bestias huelen que siempre he detestado a las criaturas. Por eso me fui de casa, por no aguantar sus manos pegajosas y sus mocos, y los llantos de ella. Siempre lo mismo, que dónde has estado, que cuánto te han pagado hoy. Todos me decían “qué suerte has tenido, que encantadora familia”, pero yo solo quería que huir de allí, volver a recorrer mundo, como antes. Solo que, a veces uno tiene que buscar de comer en algún sitio y vendedores hay hasta debajo de las piedras. Y ahora este de la cámara, no puede uno ni tomar un café tranquilo en su rato de descanso. Y todavía publicará la foto, y hasta puede que se haga famosa y alguien se ponga algún día a escribir una historia sobre ella. Qué cosas pienso, este trabajo me debe estar reblandeciendo ya el cerebro. Pero pavo, eso sí, más que el de Acción de Gracias.
Contradicciones y paradojas que tiene la vida. No quieres una taza…
Sí cada uno se fabrica su cruz… Gracias por comentar.
ANTONIO, que personaje tan taciturno te has sacado. Tiene buen ritmo tu historia. Suerte y saludos
Taciturno como él solo, Calamanda. Gracias.