82. Loba
Mi madre no paraba de decirme que tenía que convertirme en loba. A ella y a mi padre les había ido bastante mal como corderos. Siempre agachando la cabeza. Siempre huyendo.
Por lo tanto, sólo porque mi madre me lo pidió, me puse una piel de loba. Hice que me afilaran los dientes. Dejé de balar y aprendí a aullar. Superé mi miedo a pasar todo el día rodeado de feroces lobos. Venciendo mi asco, me acostumbré a comer carne.
Todo lo hice porque me lo pidió mi madre, porque la amaba y la respetaba. Devorarla formaba parte de mi disfraz de loba. No entiendo por qué se enfadó tanto cuando le di el primer mordisco. ¿Por qué me pidió que parara? No podía parar. La manada entera me estaba mirando. El lobo que había acercado su hocico al mío me observaba.
Y cumplió su mandato hasta la última consecuencia…
Un relato fuera de serie, ¡excelente!!
Un abrazo y suerte..
Cría cuervos y… Suscribo el adjetivo de Juan: demoledor.
Este microrrelato tiene algo de kafkiano y de paradójico. suerte
Dan ganas de ponerse a aullar.
¡Impactante!
Un saludo, Juan Pedro, y felices fiestas.
Bufffff…Juan. Que vuelta le das al relato. A su* manera.
* La de su madre, evidentemente.
Una metáfora muy original, y que encierra mucho realismo.
Felicidades Juan pedro
Un relato cargado de mensaje y que nos deja una inquietante moraleja. Has planteado muy bien esa dicotomía eterna entre el bien y el mal, y la has resuelto con mucha imaginación e intención. Mucha suerte 🙂