47. LOS VIEJOS ROCKEROS TAMBIÉN MUEREN
El empleado de la funeraria insiste en que elija ya .
La ceremonia. Misa completa, no. Mejor responso, cortito y sin oraciones. Creo que no recordaría ni una.
La música. El Réquiem de Mozart es un clásico, señora. Y pone un audio en el portátil. Le digo que sí, aunque solo pienso en Stairway to heaven y en que fue la última canción que escuchamos juntos.
El color de la lápida. En eso no dudo, marrón. Como el de tu chupa de cuero, que ahora llevo puesta y aún huele a ti.
El tipo de madera. El encargado, muy profesional, despliega el catálogo de los ataúdes. Los de caoba no me los aconseja porque el coste no está incluido en tu seguro de decesos y tendría que pagar la diferencia. El roble, una opción más adecuada para la clase media, da un plus de distinción al acto. Y los de aglomerado, biodegradables, especiales para las incineraciones.
Es la segunda vez en tres días que tengo que decidirme por una madera. Me acuerdo de la estantería nueva a medio ordenar en el salón, mis libros por el suelo, tus discos desparramados.
Y ahora sí, por fin, rompo a llorar.
Me ha encantado, Asun!
Gracias, Isabel. Un saludo.
Qué relato más bueno, Asun, te atrapa a la primera. !!!Enhorabuena!!!
Un besote.
Gracias, Rosy. Besos.
Oh! Al principio todo parecía muy frío. La fuerza que no se sabe de donde sale en momentos tan difíciles, pero claro, al final, el sentimiento, la emoción de ausencia aflora en el momento más inesperado, y aquí, en tu micro, la madera como detonante. Es muy buena la escena final, casi puede verse.
Feliz tarde y mis mejores deseos para ti.
Muchas gracias, Mercedes. Es un momento muy duro, yo solo lo he pasado una vez aún, pero lo recuerdo con mucha amargura.
Un abrazo.
Vivimos como si fuéramos eternos, sin querer pensar que tenemos una fecha de caducidad, aunque no sepa cuál será. Siempre habrá viejos rockeros, pero éstos, como cualquiera, también mueren por mucho que se empeñen en aferrarse a una frase hecha. La compañera de uno de ellos, con el vacío que supone una pérdida que aún le cuesta creerse, ha de asumir los trámites y detalles para su despedida. Trata de aguantar el tipo, también de contenerse, pero se da cuenta de una realidad que nada ni nadie puede cambiar: los rockeros, son igual que los demás cuando llega su momento.
Un relato en el que se aprecia el esfuerzo de la protagonista, como defensa psicológica ante algo que le supera, de sobrellevar lo mejor posible, con naturalidad, una pérdida que sabe será irreparable, con una frase final que demuestra que nadie es de piedra, y seguro que tampoco debe serlo.
Un abrazo y suerte, Asun
En esos momentos la verdad es que los trámites son una pesadilla. Te da igual todo lo que te dicen y no puedes creer que esas decisiones tengan importancia para alguien, solo piensas en los últimos recuerdos que te quedan con esa persona.
Muchas gracias por tu comentario y un beso, Ángel.
Qué momento tan chungo ese de tener que tomar decisiones tan… en caliente. Y qué bien lo transmites.
Sí que es un mal momento, Edita. Pero siempre hay alguien que se tiene que encargar, y sacar fuerza de la tristeza.
Un abrazo.
Muy buena historia con mucho realismo en tono sepia y un final demoledor. ¡Nadie es de piedra!
Un saludo y suerte, Asun.
Un desglose de estados de ánimo, in crescendo. Un relato muy bien desarrollado para alcanzar ese final «glorioso».
Lo he releído para disfrutarlo.
Un abrazooo, Asun.
Seguro que en el «más allá»,donde quiera que esté, será una gozada asistir a un mano a mano entre Jimmy Page y el genio de Salzburgo. Me encanta tu precioso relato, absolutamente original.
Un abrazo y suerte.
A mí me has atrapado con esa cotidianidad de la estantería por ordenador con los libros y sus discos… brutal Asun. Suerte y un abrazo enoooooooooooorme.
Esos momentos tan difíciles, en que hay que sacar fuerzas de donde no las hay para decidir… después, cuando menos te lo esperas, aflora el dolor y los sentimientos por la pérdida.
Muy buen relato, Asun. Te deseo muchísima suerte.
Besos apretados.
Uf, Asun. Dureza y ternura. Rock y balada a la vez.
Bien contado y expresado.
Un abrazo grande