26. Louise en mi memoria (Pepe Sanchis)
En Suiza tenían un gran jardín rodeando una enorme casa. Pero aquí prefirieron un pequeño adosado en una urbanización tranquila y apartada. Los hijos venían a verlos una vez al año. Suficiente. Repartieron sus bienes, reservándose para ellos el importe de su pensión. Pasaban las horas muertas contemplando el mar desde su terraza. Sin sospechar que pronto aquella enfermedad irrumpiría. Él se lo ocultó a sus hijos, cargando con la responsabilidad de su cuidado. Ni un solo día dejó de mimarla. Estuvo pendiente de ella hasta el más mínimo detalle.
Compraban todas las mañanas el pan alemán que les gustaba. La dependienta, suiza también, lo admiraba en secreto. Cuando su mujer murió, se encontró vacío, solo. Se descuidó en lo físico, bebía más de la cuenta, se le agrió el carácter. La dependienta, al venderle el pan de cada día, observaba su deterioro. Viuda, como él, no tardó en abrirle su corazón.También él se había fijado en ella. Enseguida se entendieron, en lo afectivo y en lo material. Les gustaba tenerlo todo controlado. Y ahora da gusto verlos juntos, cuidando su pequeño jardín repleto de hibiscus amarillos, los preferidos de Lou.
A veces la vida, tras la pérdida del equilibrio y la caída en el vacío, ofrece una segunda oportunidad. Pero los borrones y cuentas nuevas nunca son del todo completos. Somos la suma de lo que hemos vivido, lo cual no puede evitarse, tal vez, tampoco se deba. Esas flores amarillas conectan el pasado con el presente de un hombre que ama a dos mujeres a la vez, aunque una ya no esté presente salvo en su recuerdo, que no es algo a despreciar.
Una historia hermosa y posible que me alegro de haber leído.
Un abrazo, Pepe. Suerte
Gracias, Ángel, como siempre es un placer contar con tu lectura. Este es un homenaje a una vecina que falleció y a su marido que encontró una nueva ilusión. Abrazos!
Bello relato, Pepe, de lectura plácida y amable, tanto como sus protagonistas y esa vida que deciden llevar. La muerte de ella solo supone una suspensión temporal de esa inercia gracias a la irrupción de un reparador tercer personaje. Entrañable homenaje.
Enhorabuena, amigo, y mucha suerte. Un abrazo.