105. Lucas: Capítulo 15, versículos 11 al 32.
“Lucaaaaaas, a cenar”. Casi puede oírla. Le gusta recordar su voz así. La voz de cuando ella era su madre y él un niño de ocho años que jugaba en ese jardín. ¿Qué le dirá? Quizá un “¿Por qué, Lucas?” Quiere pensar que abrirá la puerta y le dejará entrar. Aunque hayan pasado treinta años. Mira hacia arriba, esperando verla salir por esa ventana por la que siempre asomaba para despedirlo, cuando iba al colegio. La ventana de la foto. El cristal de la puerta le devuelve su reflejo. El tipo que lo mira es un fantasma que nunca tuvo ocho años. Timbra. En cuanto se abre la puerta, la boca se le llena de silencio. Solo se miran unos segundos. Es ella. Y no lo es. Es lo que su ausencia ha hecho de ella. Y no lo reconoce. Porque él ya no es Lucas. Es un reflejo en el cristal. Le dice eso de “No damos limosnas”. Así que él da media vuelta y deja atrás todo. El Lucas que fue. La ventana. La foto sobre la chimenea. Su madre. Esa que, sin llorar, aprieta los puños y murmura con voz inaudible “tu padre murió en 2006”
Mira que me gustan tus relatos siempre, pero este… Me ha erizado la piel. He tenido que leerlo varias veces para convencerme de que solo era eso, un relato y no una divinidad. Y el final… Cuando ya todo era perfecto, cuando ya no se necesitaba más para el “Ooooohhhh”, faltaba todavía lo mejor.
Gracias Edita… me ha quedado un poco triste…???
Arantza, va a parecer que lo hago por devolverte el comentario que me hiciste :):) pero es que es un muy buen relato. Esa doble vuelta final es inteligente, nos recuerda, después de poner el foco en uno de los protagonistas, que en este tipo de situaciones siempre hay dos puntos de vista. Felicidades.
Bueno, igual sí lo haces para devolverlo, pero me vale , jajajajjaaja. Sí que es cierto que hago trampilla con el cambio de punto de vista. Hay que golpear un poquillo al lector 😉
Ahí que me he ido a Lucas, cap.15, 11-32 (el otro), y me he encontrado la parábola del hijo pródigo. Por desgracia para tu protagonista, aquí no hay gran recibimiento ni fiesta, ni siquiera padre ya. Solo un dolor de los que se han convertido en callo y un asomo de esperanza arrancado de raíz. Muy bueno, como siempre. Besos y suerte.
Gracias Anita. Sí, este hijo pródigo no se encontró una fiesta a su regreso. Gracias por leer y comentar!!!!
Arantza, qué forma tan buena de contar esta historia llena de fuerza y vida. ÇSuerte y saludos
Gracias Calamanda.
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