42. Luna indiscreta
Quiso domar a la bestia, pero fue una batalla fatal. Quedaron autos destrozados, paredes rayadas, comida salpicada por cada recoveco, macetas sin flores y olor a caca en todo el ambiente.
Destruida de cansancio, obvió sus bigotes incipientes, el alboroto de su cabellera y se rindió ante los encantos de ese ser.
Los encontró la luna dormidos en la cuna del pequeño y ésta se preguntó: ¿cómo es posible que ese ángel tenga una madre tan fea?
Pobre mujer, Micaela, después de tanto pelear y no tener tiempo para ella, llega la Luna de esa manera tan incomprensiva. El relato transmite la crudeza de lo cotidiano.
Saludos
Javier, yo creo que se cansaría menos si dejase de creerse domadora de bestias. Y esa luna debería hablar con el sol para sacar conclusiones! un abrazo!
Micaela, esa mujer necesita un descanso urgente. Me he paseado por la escena y casi he quedado tan agotada como ella…
Aunque luego es cierto que esos angelitos son taaann monos, dan ganas de comérselos ;(
Un fuerte abrazo!
Inés, son angeles y demonios según el cansancio con el que se los mire. Besos!!
Sólo de pensarlo me agota recordar la inacabable energía de que parecen gozar esos angelitos. Pobre madre.
todas las madres del mundo saben de historias como estas. Son hermosas historias. Un abrazo.
Agobio cotidiano. Siempre han dicho cuando son pequeños: me los comería… Y cuando crecen: porque no me los habré comido.
Suerte, un beso Micaela
jaja, Belén me has hecho reír!! Gracias por pasar, un abrazo.
Gracias Ana! me alegra mucho que te guste. Besos!
Pues me sacas una sonrisa a colación de esa refriega diaria que tan bien describes y que tan dulce acaba. Me ha gutado mucho. Mucha suerte 🙂
Pues ¿qué más se puede decir? Has sacado una escena muy graciosa de la maternidad. Y, es verdad que al acabar el día, tan dormiditos, con esa cara tan preciosa y esa paz que reflejan, nadie sospecharía la que se ha montado.
Y, sí que terminamos un tanto desmadejadas.
Muy bonito.