94. Magistral
Yo cascaba piñas verdes piñoneras mientras caía la típica neblina de los atardeceres de invierno sobre el valle.
Masticaba esas semillas con regusto áspero cuando vi la sombra que se iba engrandeciendo mientras caminaba por la carretera que desembocaba en el pueblo.
Intuí una mujer con dos maletas que luego resultó ser una mujer con dos maletas.
El vestido rojo que caía sobre sus rodillas me llamó la atención, no solo por su cortedad sino también por lo vaporoso.
Vino a sustituir a doña Consuelo. A los hombres les pareció bien desde el principio, pero a las mujeres les costó aceptar a esa muchacha tan moderna de ciudad. Su simpatía y educación, junto a su buen hacer con los alumnos, acabó por cautivarlas.
Yo solo tenía trece años, pero me enamoré locamente.
Los días de clase, pasaba a recoger unas flores que le entregaba al entrar, ella me guiñaba un ojo y las cambiaba en su búcaro.
Cuando cumplí quince ya tuve que dejar la escuela para ayudar a mi padre en el campo, pero seguía dejándole el ramo en la puerta.
Un domingo, me atreví a llevárselas a su casa y me invitó a pasar. Me dio una clase…
Enamorarse y hasta apasionarse con un maestro o maestra no es nada inusual. Poder llevar a término esa fantasía que parece inalcanzable, fruto de un despertar físico, es un sueño hecho realidad, que has enlazado muy bien con el título, que no deja lugar a dudas sobre el desenlace.
Un relato con frases cortas y efectivas, con diversos registros, hasta el humorístico, como en el caso de la mujer con dos maletas que efectivamente lo era, que anticipaba lo que luego sucedería, este chico logra todo lo que intuye, se propone y desea.
Un abrazo y suerte, Javier