38. Mal de muchos… (Manoli VF)
Antonia se las daba de mujer seria con moral firme. No le gustaban las telenovelas porque decía que las cargaba el diablo. Ella, en lugar de ver el folletín, se instalaba en la silla de enea de su galería. Desde su asiento no perdía detalle. A veces tomaba el teléfono y transmitía en directo. Que si Eloísa se paraba demasiado a hablar con Armando; que si la hija de Carmen llevaba las faldas muy cortas o el herrero subía y bajaba la calle cinco veces al día. La central de Antonia permanecía abierta desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche. La mañana se le iba entre acudir a misa de ocho y hacer las compras en el súper. Con todo, el plato favorito de la mujer eran los disgustos. Cuando algún drama gordo asolaba a cualquiera de sus conocidos, Antonia hacía examen de conciencia y, dando gracias al cielo por sus bienes, renovaba su voto de misa diaria y tejía un cojín nuevo para su silla de la galería.
No soy de natural cotilla, y a menudo me pregunto qué placer se puede sacar de criticar las vidas ajenas, cuando además son tan anodinas como la mía. Ahora, gracias a tu micro, he entendido que la parte de los dramas ayuda a reconciliarse con la propia vida, como bien indica tu micro.
El resto, criticar por gusto, sigo sin verlo. Será que quienes escribimos tenemos una rica vida interior.
Un abrazo y suerte.
Hola, Rosalía. Ya lo dice el refrán en el que me he basado para el título «mal de muchos, consuelo de tontos» en realidad debería de ser todo lo contrario, pues el mal de muchos no puede consolar a nadie sino añadir más penas, pero hay de todo en la viña del señor y parece que la protagonista de mi texto encuentra no solo entretenimiento sino conformidad, y hacia alivio con su propia historia.
En mi opinión en la crítica hay también un componente un tanto sádico. En fin, muchas gracias por leer y comentar.
Un saludo.
Es una vida muy triste la que tiene como fundamento o se consagra a escarbar en las grietas de las existencias ajenas. Puede que todos incurramos en ese mal alguna vez, pero algunas personas, como tu protagonista, hacen de ello su vocación.
Un abrazo y suerte, Manoli
Así es, Ángel, es muy triste tal actitud. Se dice que esta costumbre es «el deporte nacional» de nuestro país,mejor decir que es «deporte de ociosos» por eso me pareció que encajaba con el tema propuesto el del «regodeo» en las grietas ajenas como tú dices.
Gracias por leer y comentar.
Un abrazo.
Tu relato me ha llevado a mi infancia. Siempre estaba la alcahueta de turno que se regodeaba con las andanzas y desgracias ajenas. Solía tener una vida anodina y triste como tu prota.
Me ha gustado.
Muchas gracias, Rosa.
Creo que, a poco que hagamos memoria, todos recordamos a personajes así y no solo de ayer sino de hoy y, con toda probabilidad, de mañana y no solo en los pueblos o en los barrios, sino en los propios medios de difusión.
Se cuenta que hubo una vez una «emisora de la felicidad» que de tanto dar buenas noticias perdió oyentes y tuvo que cerrar el programa.
No se entiende, quizás sea algo atávico, restos de algún instinto de supervivencia o de instigación más bien.
En fin, dejo las divagaciones para los profesionales.
Me alegra que te haya gustado.
Un saludo.
Una vieja del visillo muy particular. Por suerte creo que van desapareciendo, ahora se van a Benidorm. :-))
Si no las tienes cerca estás de suerte porque como dicen en mi tierra haberlas hailas todavía… Ojalá que se fueran a Benidorm, no me cabe duda de que allí tienen tema, jaja
Muchas gracias por leer y comentar, Toribio.
Un saludo.
Ay, Manoli, me ha encantado esa colección de cojines. Me los he imaginado como colección de cadáveres , en la pared de un salón antiguo.
Enhorabuena y suerte
Tal cual lo has dicho, Alberto, es una colección de naufragios, ya sabes, hay gente pa todo, jaja, algunos se crecen (o mal crecen) en las desgracias ajenas.
Gracias por leer y comentar, Alberto.
Un abrazo.