MAR137. LA PASTILLA DÉCIMA, de María Peña
Se despertó sudoroso, tenso e inquieto. Quiso recordar las imágenes que le aturdieron pero solo conseguía sentir el mal cuerpo que éstas le
habían producido. Eran más de las tres y en cuarenta minutos le tocaba la dosis del sentir.
Desde hacia dos meses el doctor Fehrlir le había recetado esas pastillas porque, según el, la causa de su problema mental provenía de la parálisis-fría-compleja que su corazón padecía.
Estas pastillas, según el doctor, al transportarlo al clímax de la relajación, le permitirían nítidamente ver a través de todas sus capas de fachada romántica, la cabeza del alfiler, la semilla sin germinar, la mota de polvo inicial.
El proceso sería largo, puesto que muchas de esas capas se habían construido sobre las bases inconscientes de su ser, sólidas, serian difíciles de esquivar por la comodidad que estas le proporcionaban; pero no imposible.
Decidió pues esperar sobre la cama de su estudio en la planta menos quince, en el edificio Paradise donde también trabajaba vendiendo lo último en tecnología powerlost a grandes corporaciones.
Sonó la alarma, ingirió la pastilla décima y cerro los ojos con esperanza.
Terrible debe ser no sentir. Muy bien desarrollado tu.micro. Un abrazo. Gloria Arcos
Gracias Gloria :)sí, es duro y más cuando se es consciente de ello y se intenta tratar. Un abrazo.
No sé que ha pasado, se ha publicado el comentario con otro nombre 😛 saludos