71. MÁS QUE UNA AFICIÓN
Siempre les había gustado coleccionar cosas.
Desde que eran niñas se aficionaron a atesorar cromos.
Y como no tenían dinero para completar su deseada colección, las tres hermanas juntaban sus pagas semanales, mientras el único varón recopilaba imágenes de futbolistas de los yogures.
La primera serie fue una de animales que les sirvió para aprender, sin moverse de casa, sus características y costumbres. Después vendrían las de minerales, paisajes o dibujos de la tele.
Sus padres no ponían objeción alguna, pues sabían que gracias a ellas, sus hijos habían mejorado sus notas.
Esa costumbre creció con los años. Reunieron billetes, monedas, rocas y minerales diversos, convertidos en sus mayores tesoros, que cuidaban y ordenaban con mimo.
La última por la que optaron fueron sus novios.
Les gustaban todos: aficionados al deporte, que practicaban fútbol, tenis, buceo, natación o kárate; jóvenes que hacían la mili en su ciudad, algunos no muy agraciados, pero que suplían este menoscabo con inteligencia y simpatía.
También guapos y atrevidos feriantes; fascinantes aprendices de poetas, y, por último, los que serían sus maridos, aburridos hombres convencionales, que las obligarían a finalizar este apasionante y entretenido pasatiempo, que había llenado sus vidas de conocimiento y diversión.
Tras tantas buenas colecciones que enriquecieron sus vidas, la paradoja cayó como una losa sobre estas mujeres tan interesantes y sanamente inquietas que, como pago, quizá, a su renuncia a la soledad, tuvieron que abandonar unas aficiones que tanto bien les habían hecho, desecharlas de su vida, para abrazar otra existencia mucho más anodina, pero seguramente también más cómoda. Mucho no debían de quererlas estos compañeros cuando no tuvieron la sensibilidad suficiente para respetar que lo suyo no era una simple afición. Al final, es cierto, todo tiene su época y su fin, tal vez deba ser así y luchar contra ello es inútil, aunque, a menudo, sea una verdadera lástima.
Un abrazo y suerte, Gloria
Gracias, querido Ángel. Antes de pinchar para intentar leer los comentarios ya intuía que debías de ser tú, estimado amigo. Sí, a veces al buscar compañía para evitar sentirse solo, uno no encuentra el compañero ideal, ese ser que sepa comprender gustos, aficiones y respete el modo de pensar de cada uno. En vez de eso, suele hallar a personas que creen que su deber es intentar convertir a seres únicos en una masa gris, homogénea, que imite el comportamiento de la mayoría. Y como tú dices, es una verdadera lástima, pues puede llevar con ese intento de cambio hacia la infelicidad perpetua.
Un relato muy original Gloria, como la afición de estas hermanas, intuyo que podría haber una segunda parte si les entra la morriña de la afición de su juventud… jaja… enhorabuena y mucha suerte! Abrazos.
Bueno, quizás. Nunca se sabe. Gracias por pasarte a comentar, querida Bea. Espero que tus croquetas te ayuden a pasar la cuarentena, al menos con el sentido del gusto bien ocupado. Un abrazo enorme.