67. Matar el gusanillo
Regreso al ataúd deslizando mi cuerpo menudo y alargado por una de las fisuras de la madera. Mamá me regaña si salgo antes de cenar, pero ya es la segunda vez que me escapo para calmar el hambre en el nicho de los vecinos: la anciana de cabellos canos y piel rugosa es un manjar, su sabor dulce y textura mantequillosa me encantan. No sé cómo decirle que aborrezco el olor a caucho y la piel de plástico de la chica que duerme en nuestra fosa. Se me hace bola.