MAY05. ¿VIDAS DE CINE?, de Rebeca Gonzalo López
Se preparó para ir al cine. Hizo cola hasta conseguir su entrada en taquilla y se dirigió hacia su butaca. En el interior de la sala el silencio resultaba abrumador. Algo desconcertante en los momentos previos a la proyección de una película.
Miró curiosa a su alrededor y descubrió horrorizada que a todos allí les faltaba algo: un ojo; un brazo; la facultad de habla… Personas aparentemente incompletas que seguían adelante sus vidas haciéndose duras en la desgracia. La única flor rara de aquel macabro jardín era ella. Tan débil, ínfima y solitaria como siempre. Tan triste como una flor mustia.
Se sintió ridícula junto al ramo de rosas rojas que había decidido regalarse esa tarde de sombrío aniversario para ella, y que ocupaba la segunda de las localidades que había pagado. Se levantó y su boca floreció con una sonrisa que llevaba cinco largos años dormida. A continuación se puso a regalar a todas las parejas una de aquellos capullos fragantes. Cuando las flores se agotaron siguió repartiendo páginas de la novela que acababa de comprarse esa mañana.
«Las tristezas mejor mantenerlas aisladas. Las alegrías siempre conviene compartirlas», les decía.