MAY08. OTRO COLOR, de Eva García Martín
Oí abrirse la puerta de entrada y me enjugué rápidamente las lágrimas mientras sacaba del horno el bizcocho que tanto le gustaba.
– ¡Mira mamá lo que me ha traído la lluvia mágica! – anunció con solemnidad desde el pasillo.
Me volví estupefacta al escuchar la música de su vocecita, después de ocho meses de impenetrable silencio. Sostenía entre sus manos un gatito flaco y sucio que me miraba confiado con unos enormes ojos verdes: pero fue la chispa que brillaba de nuevo en los de mi hijo, lo que realmente me impresionó.
-¿La… lluvia? –logré balbucear conmocionada.
– ¡Claro mamá! La lluvia lo dejó entre tus plantas para que sea mi amigo – explicó con indulgencia.
– Pues…tendremos que bañarle y darle de comer – aseguré, arrinconando gozosamente mis aprensiones y mi alergia.
La tarde pasó volando entre las risas que nos regaló con sus cabriolas y juegos, buscándole un nombre apropiado mientras preparábamos una cuna y una caja de arena en el desván.
Ni siquiera me acordé de las macetas cuando oímos que el granizo bombardeaba los cristales: Aquel año no hubo flores en el zaguán, pero la alegría y la voz de mi hijo iluminaban otra vez toda la casa.