MAY106. COMPROMISOS, de Alicia Hermida González
Desde la plaza hasta el magnífico altar no hubo flores. Tampoco grandes adornos, ella sólo permitió que se colocasen simples lazos de tul en las sillas. Un rumor de descontento general llenó la catedral cuando las señoras, engalanadas con sus mejores joyas, y los caballeros, con su colección de relucientes medallas, tomaron asiento. No hubo flores en las manos de los pajecillos que precedieron a la llegada del novio, vestido con el uniforme militar y con la espada reluciente por único adorno. El disgusto general se hizo audible cuando ella entró del brazo de su padre, con un vestido simple de gasa, el precioso pelo suelto debajo del velo y la sencilla corona que llevaba desde los quince años. Miró al que en breves minutos sería su marido y él le sonrió, tranquilo, haciendo oídos sordos a la indignación general. Había sido idea de ambos el donar el dinero que costaría la ceremonia habitual para construir el nuevo orfanato.